No soy mucho de poesía. Más bien nada. Tal vez debería remediarlo. O tal vez no. Pero sí soy de escuchar a Nacho Vegas. A él le amo porque “es liberal”. Y porque su música, en conjunto con sus letras, (tan poco convencionales, tan realistas y a la vez tan directas) y su peculiar voz (¿qué decir de esa voz? Mejor que lo diga Sidonie: “mucha pose y poca voz”. O no, tal vez tampoco, tal vez solo lo digo por meter la frase) que solo pueden atrapar a quien lo escuche.
Conocí a Nacho Vegas gracias a Búnbury. No “gracias a él”, sino al excelente El tiempo de las cerezas en el que estos dos fieras de la música compartían y alternaban protagonismo. Ahí fue cuando me dijo que había dos noticias: una era mala y la otra peor.
Pero al grano. ¿Qué es la poesía para alguien que no lee poesía? No diré lo manido de “poesía eres tú”, porque no te conozco ni he visto tus ojos ni sé si estás clavando tu pupila en la mía. Poesía es la escritura de frases, (versos se llaman), que suelen no llegar al final de la línea y que pueden estar rimadas o no. Se diferencia de la novela porque hay mucho hueco blanco. Ahora bien. ¿Qué es la poesía de Nacho Vegas? Lo que hace en sus canciones. Poesía es la factura de teléfono, de la luz, una lista de propósitos, unas notas para dejar de beber, una pareja vistiéndose para salir a cenar, follar salvajemente hasta provocarse desgarros anales, escuchar conversaciones ajenas, el revisor de la caldera, el timo del gigoló, recuerdos de infancia, un diario de pérdidas, las drogas, Andrés (que vive solo en Madrid, compra el ABC y escribe sonetos en latín, –aunque aquí no aparece pero ilustra la definición–)… Nada de metáforas complicadas ni hostias. Las cosas claras, que para complicárnoslas ya tenemos la vida y sus cosas.
“Debí de tener una infancia bonita porque apenas la recuerdo”
La vida. El día a día, la acumulación de estos, la rutina, los recuerdos de esa acumulación de días. Eso es la poesía de Nacho Vegas. Poesía en verso libre, porque así es la vida. Un conjunto de derrotas, victorias, (ninguna definitiva), intimidades, desilusiones, inventario de la nevera, accidentes con picos de heroína, suicidios, pérdidas y otras cosas banales que con el paso del tiempo acabamos añorando porque en su momento no las apreciamos, inmersos como estamos en la vorágine del marmotismo y la repetición diaria, en las continuas hostilidades:
“Entonces y de forma abrupta
resuena la voz de un locutor radiofónico
en mi radio-despertador. Son las nueve.
El día comienza: se reanudan las hostilidades”
Reanudación de las hostilidades debe leerse lentamente. Para alguien poco acostumbrado a leer poesía no es fácil bajar el ritmo lectura habitual empleado en la narrativa. La costumbre pesa, pero hay que hacerlo para poder disfrutar de los versos de Vegas. De sus historias que, en ocasiones son monólogos e incluso en bastantes ocasiones, auténticos relatos. ¿Poesía? La verdad, ni puta idea. Prosa y poesía van alternando libremente hasta confundirse y finalmente solo podemos decir que es poesía porque lo edita ESPASAesPOESÍA.
Nacho Vegas, tanto el cantante como el escritor, es un autor atípico, un artista que se sale de los moldes. Un hombre cuya carrera global merece la pena seguir y este Reanudación de las hostilidades es un buen primer paso para ello. Lo mejor que se me ocurre decir, y no es ningún desprecio, es que no parece poesía. Ojalá le diera por escribir un libro largo. Aunque fuera de poesía.