“Antes o después, a todos nos llega en esta vida un momento que nos pone a prueba. Cada uno de nosotros tiene un demonio propio que nos persigue y atormenta, y al final hemos de luchar contra él.”
La nueva adaptación de este clásico por parte de Netflix, que se ha estrenado recientemente en la plataforma, me recordó que tenía pendiente leer esta historia que tanto me interesó tras ver la película de Hitchcock. Y hace ya demasiados años desde que la vi por primera vez, pero nunca me he decidido por leer el libro hasta ahora.
Y no sabía lo que me estaba perdiendo… Rebecca es de esas historias que te perturban hasta límites insospechados, en las que te sumerges en la trama, te conviertes en sus personajes y en las que deambulas por sus parajes ficticios como si fuera tu propia casa. Ese famoso “anoche soñé que volvía a Manderley” con el que comienza la novela se convierte en algo demasiado familiar para el lector, que llega a conocer esta mansión como si se tratara de la suya propia.
Porque lo realmente fantástico de esta novela es que este lugar se convierte en un personaje más de la misma. Desde el principio, vemos que esta espectacular casa esconde un terrible secreto, que conoceremos antes de lo que pensamos. Cada una de sus estancias, terrenos e, incluso, sus más pequeños recovecos ocultan una historia que nos moriremos por conocer a medida que pasemos las páginas.
Pero este libro no empieza en Manderley, sino en un lujoso hotel de Montecarlo en el que se aloja por vacaciones el atractivo y rico Maxim de Winter a mediados del siglo XX. Aquí conocerá a una joven (de la que nunca llegamos a conocer su verdadero nombre) inocente, ingenua y bondadosa que es una especie de secretaria de una mujer rica, egoísta e increíblemente cotilla que se aloja en el mismo hotel para tomarse unas semanas de descanso.
Lo que ninguno de los dos espera es enamorarse el uno del otro, sobre todo ella, ya que ha logrado saber por su señora que el señor de Winter es viudo desde hace muy poco tiempo. Y que su esposa, Rebecca, era realmente conocida y querida por todos en la increíble Manderley y sus alrededores. Una mujer elegante, inteligente, simpática, divertida y bella que terminó muriendo ahogada en los alrededores de la lujosa mansión.
Desde que conoce esta triste noticia, nuestra joven protagonista se siente atraída por este señor y su pasado, al que admira por haberse enfrentado a aquel horrible suceso y haberse quedado totalmente solo. Cuando empiezan a charlar y a conocerse el uno al otro, se sentirá aún más atraída hacia él y todos los misterios que aguardan en su interior, que se hacen más palpables cuando le pide que se case con él y se vayan a vivir a Manderley.
En este punto es en el que empieza realmente nuestra historia. Cuando conocemos esta famosa mansión al mismo tiempo que nuestra protagonista, así como al resto de personajes. La presencia de Rebecca se respira en cada esquina de esta casa y así es como la segunda esposa comienza a sufrir las consecuencias de “reemplazar” a una mujer amada por todos aquellos que la conocieron. Pero ¿qué es lo que no le están contando sobre Rebecca? ¿Era tan perfecta como le cuentan? ¿Por qué todo el mundo parece esconder un secreto que no quieren revelar?
Y aquí es donde me di cuenta, de manera sorprendente (o no tanto, según cómo se mire), de que estamos ante una novela verdaderamente machista. Y sí, el libro está escrito por una mujer. Pero no olvidemos que era una mujer que nació a principios del siglo XX, un mundo en el que todo giraba alrededor del hombre, sus necesidades y deseos. Y esta novela no es diferente: desde que nuestros protagonistas contraen matrimonio, la recién casada se esfuerza terriblemente cada día por hacer feliz a su marido en cada detalle. Solo vive para él, para que se sienta mejor y no se canse de ella. Incluso cuando está sola y se encuentra tranquila y feliz, se siente mal por no estar en su presencia.
Sin embargo, si no hubiera sido narrada así, no hubiera sido realista. Así es como eran las cosas en las primeras décadas del siglo pasado. Y esto no desprestigia para nada la calidad de esta novela, especialmente cuando coloca a las dos mujeres en el foco de la historia. Por tanto, aunque suene raro, es machista y, a la vez, no lo es.
La pluma de Daphe du Maurier es detallista, y a la vez, simple, pues logra que tengamos los suficientes detalles para enamorarnos de la historia y el escenario en el que transcurre de manera constante. Y que el misterio que rodea la figura de Rebecca permanezca hasta el final, por lo que el ritmo no cesa en ninguno de los capítulos. Esta novela habla sobre las apariencias, los prejuicios, la moral y sobre lo que callamos, pero necesitamos revelar al mundo. Por eso, aunque Rebecca esté escrita en un contexto sociocultural totalmente diferente al nuestro, sigue teniendo fama en nuestros días. El ser humano sigue siendo como es. Y seguirá habiendo personas que escondan terribles secretos o mientan por su estatus en la sociedad.