En 2015 dos debuts literarios dieron mucho que hablar en Estados Unidos. Los dos libros de corte adolescente ahondaban en la temática LGTBI y tanto lectores como prensa especializada elogiaron a los dos jóvenes autores. Llegando a cosechar en ambos casos un sinfín de seguidores y numerosos premios. El primero de estos libros fue Yo, Simon, Homo Sapiens de Becky Albertralli que ya reseñé en su momento. La misma editorial de entonces, Puck, vuelve a dar en la diana al traernos ahora la segunda de esas obras. Y es que Recuerda aquella vez se merece toda la atención que el lector patrio pueda darle. Frente a la novela de Albertralli que en su momento clasifiqué de ligera y divertida, nos encontramos ahora con una historia bastante más seria y dramática, donde el devenir de los acontecimientos golpea de lleno a unos personajes que sólo buscan saber quiénes son y entender cómo funcionan sus resortes internos. No es una novela fácil. No trata de disimular ni endulzar una realidad aún hoy vigente, llegando a utilizar la ciencia ficción para barajar la posibilidad de ser feliz. Adam Silvera va en serio y no titubea en dejar claro que su novela no es un paseo tranquilo.
Aaron Soto no lo ha tenido fácil. Este adolescente de la periferia neoyorquina sabe que la vida no tiene ningún miramiento con los que dudan. La cicatriz con forma de sonrisa de su muñeca le recuerda cada día que estuvo muy cerca del abismo y que desde ese momento el abismo sabe cómo encontrarle. Tras el suicidio de su padre y el futuro poco halagüeño que se le presenta, la vida se manifiesta como una cuerda tensa que requiere una fuerza de voluntad de hierro si se quiere avanzar sobre ella. Sin embargo no se encuentra solo, con una pandilla de amigos de naturaleza ambigua y una novia que lo idolatra, parece que de momento tiene las espaldas cubiertas. Hasta que llega un nuevo vecino. Y es que la aparición de Thomas y la amistad que surge entre este y Aaron pone a todos en un estado de tensión inexplicable. Ante los impedimentos que parecen surgir de esta nueva alianza y los recuerdos aún presentes de encontrar a su propio padre desangrado en la bañera, surge el Instituto Leteo como la solución a todos los problemas. Porque ¿quién no querría acudir a una institución en la que te hacen olvidar cualquier trauma o pasaje de tu propia vida que no te permite avanzar ni desarrollarte como persona?
Adam Silvera sabe de lo que habla. La integridad de su personaje protagonista va un paso más allá de la técnica y rebosa autenticidad en cada una de las páginas de esta novela. Aaron Soto ahonda en su conflicto desde muchos ángulos y el autor sabe cómo añadir capas a la incapacidad de salir adelante sin una solución mágica, sin la ayuda de ese centro médico que comercializa el olvido. Porque para hacer plausible el suicidio dentro de la cabeza del adolescente protagonista, se nos presenta un recorrido lleno de enfrentamientos en los que la indulgencia brilla por su ausencia. Un contra las cuerdas en toda regla en el que la belleza es pisoteada en cada intento de germinar. La violencia y el rechazo se convierten así en un tipo de afecto cruel que poco tiene que ver con el amor pero sí con la necesidad de pertenencia. No mentiría si dijese que este es el libro Young Adult más oscuro que he leído en mucho tiempo. Silvera se encarga de darnos la mano en el primer tramo de la historia, para dejarnos completamente solos cuando el relato avanza. Cuando se ha hecho completamente de noche en la novela y no sabemos cómo volver a casa sanos y salvos. Si uno avanza, consigue aprender una cosa o dos del mundo en el que vive. Pero no hay aprendizaje sin rasguño. No hay conocimiento auténtico sin que el cuerpo se rompa.
Hay toda una literatura que ahonda en las segundas oportunidades. Todo un género literario que nos habla sobre aquello en lo que podemos convertirnos si empezamos de cero. De algún modo es tranquilizador. Saber que dicha posibilidad está ahí. Saber que podemos formatear el sistema y apretar el botón de encendido como la primera vez. Este tipo de historias siempre contienen un sótano en su interior. Recuerda aquella vez no es una excepción. Aaron Soto guarda en él las partes de sí mismo que ha decidido sacrificar. La vergüenza, el rechazo, el miedo. Como si fueran cadáveres cuya descomposición no molesta. También hay una literatura de sótanos. Y en todas estas historias alguien acaba bajando y cruzando el umbral. Descendiendo, descubriendo y liberando. Esta novela no es una excepción. Porque de nada sirve una segunda oportunidad si no suma de algún modo. Porque cambiar cuando nosotros no somos el problema es tan útil como olvidar para no volver a equivocarnos.