En las cosas del amor no hay nada más grande que el primero, ya que será con lo que midas el resto de experiencias de tu vida. Amar de verdad significa inquietud. Inquietud por encontrar a la persona amada en cada esquina que doblas; esperar a que suene el teléfono para volver a escuchar su voz; hacer que cada conversación tenga que ver con el amor. La música que escuchas, las películas que ves, los libros que lees, de todo extraes la savia necesaria para calmar esa inquietud que en ti deja el primer amor. Y el primer amor a veces dura para siempre y se hace único y, la mayor de las veces, se acaba. Pero no así la inquietud. No, esa no se muere jamás.
La literatura está llena de historias de amor: poemas, cancioncillas, tragedias, novelas… El tema ha sido recorrido en todas sus posibilidades, a veces para bien, la mayor de las veces dolorosas. Pero la inquietud, como digo, ahí sigue. El primer amor no se olvida, tan honda es la huella que deja, que el poeta debe inmortalizarla con su mayor arma. Y así nos llegan unos textos de singularísima belleza y sensibilidad como son los recogidos en este Recuerdos del primer amor, de Giacomo Leopardi.
El libro que edita Acantilado reúne el diario y el poema que escribió un jovencísimo Leopardi dedicados a la mujer que le inspiró escribirlos. Ambos textos constituyen un notable reflejo del Romanticismo italiano que, en su elegante estilo, despliega los matices propios de los autores románticos que caían embelesados por el primer encuentro con el mayor de los anhelos del hombre: el amor.
En 1817, el poeta italiano conoció a Geltrude Cassi Lazzari por quien profesó un fortísimo amor secreto. Nunca llegó a consumar aquel deseo y tuvo que reprimirlo en los versos que componen tanto su diario como el poema. En ambos, describe el momento en el que se conocieron cuando ella llegó por primera vez a su casa. Ella era mayor que Leopardi, que apenas contaba con diecinueve años, y estaba casada con otro hombre. Era un imposible que por tal resultaba un imán más atrayente. La zozobra que le provocaba saberse enamorado de ella y no poder ni saber expresarlo le causaba tal inquietud que solo en la escritura de esta obra encontró algo de paz. Aquella pasión descontrolada de la juventud se muestra en los versos de su diario, donde el insomnio, la falta de apetito y la pérdida de interés en sus estudios le acompañarán mientras suspira por ser correspondido.
El poema —incluye los versos originales en italiano junto a su traducción al español— dice así en el primer terceto:
«Tornami a mente el dì che la battaglia
D’amor sentii la prima volta, e dissi:
Oimè, se quest’è amor, com’ei travaglia!»«Vuelve a mi mente el día en el que supe / de amor por vez primera y me dije: / ¡Ay, si esto es amor, cómo destruye!»
Caer prendado por una mujer ideal e inaccesible es un tópico neoplatónico que ya se mostró en los diálogos del Banquete, del pensador griego, así como en la poesía de Petrarca, que concebía a la mujer como la donna angelicata de cabellos dorados y bello rostro, representada como la Venus de los cuadros de Botticelli. Al poeta le azuza el amor esquivo; aumenta el deseo cuando no se consigue, pero también le destruye. La Beatrice de Dante, «la gloriosa señora de sus pensamientos», fue un amor no consumado y que al poeta fiorentino mantuvo inspirado el resto de sus días. También es célebre el amor que sintió Bécquer por Julia Espín. Las Rimas revelan que el poeta sevillano sufrió terriblemente el no ser correspondido y en ellas se aprecia la amargura, el dolor y la desesperación que le provocaba la honda herida que ello le dejó.
La delicadeza con la que Giacomo Leopardi escribe es una muestra más del sentir de los románticos. Los fervientes amantes de las lecturas «decimoñóñicas» agradecemos la publicación de Recuerdos del primer amor para así acercarnos a la figura de este poeta italiano considerado uno de los más importantes del siglo XIX. Leer cada línea del diario o verso del poema arañaba un poquito más la corteza que, creía, recubría y mantenía ocultos mis recuerdos. Yo también tuve un primer amor, poco a poco se va alejando más, pero esa pasión que nunca murió despierta de vez en cuando y hace daño. Entonces es cuando se hace necesario abrir este libro y, entre otros, hacer míos estos versos:
«Vive quel foco ancor, vive l’afetto,
Spira nel pensier mio la bella imago,
Da cui, se non celeste, altro diletto
Giammai non ebbi, e sol di lei m’appago.»«Sigue ardiendo la llama, vive el afecto / vive en mi mente aquella imagen / puesto que otro placer, no siendo los del cielo / jamás tuve y solo con ella me saciaba».
Recomiendo su lectura como forma de introducirse a la poesía de Giacomo Leopardi, a mi me cautivaron sus palabras.
Completamente de acuerdo. Para mí ha sido un muy buen descubrimiento y, como me ocurre con Bécquer, me duele. Y si eso pasa es que el poema es bueno.
Muchísimas gracias por seguirnos.