“El miedo es como un fénix. Puedes verlo arder mil veces, pero seguirá regresando.”
Todos sabemos que si algo trae el comienzo de año son “los propósitos”. Sí, esos que casi nunca solemos cumplir, pero que nos seguimos empeñando en seguir como si fueran los diez mandamientos. En mi caso y con los años, he optado por ponerme retos más realistas que sepa casi con exactitud que puedo cumplir. En cuanto al reto lector, que es el tema que aquí nos ocupa, he pasado de grandes listas de libros pendientes a una lista más realista que se base en leer aquello que me aporte algo. Ya estoy harta de terminar libros solo porque los he comenzado. Y obviamente, sé que no ha sido por este motivo, pero he empezado el 2019 con una lectura que llevaba meses posponiendo por cuestión de tiempo y que ha resultado ser de las mejores que he leído últimamente.
Cuando leí Seis de cuervos supe que estaba ante una novela especial, de esas que darías lo que fuera por leerla de nuevo por primera vez. Es muy difícil encontrar un libro que te haga empatizar con todos y cada uno de sus personajes. Personas muy diferentes a ti, que han crecido en las circunstancias más difíciles y se han visto obligados a utilizar sus peores armas para sobrevivir. Personas que se cuestionan su moralidad a diario, que te hacen replantearte la definición de héroe y villano.
Y si en la primera parte, Leigh Bardugo nos presenta a estos personajes y comenzamos a vislumbrar las distintas relaciones que surgen entre ellos, en esta segunda parte profundiza en ellos hasta el punto de conocer todos sus miedos y esperanzas, incluso sus pasados y pasiones más ocultas. Y también en sus relaciones entre sí, que ya no se basan en un plan de robo para sobrevivir, sino en amistad pura y real. Incluso el amor tiene cabida entre tanto
Otra de las cosas que me han enamorado de la novela de Bardugo son los escenarios en los que se mueven estos personajes. Estamos, de nuevo, ante un libro en el que se respira magia por todos lados. Los Grishas y sus poderes se encuentran por todos lados y esto hace que, para algunos, la ciudad no sea un lugar seguro. Pero es una equivocación. No es la magia la que pone en peligro la seguridad de sus ciudadanos, sino muchas de las personas que están en el poder, con su corrupción, mentiras, sed de sangre y una absoluta ambición por conseguir más y más dinero. Aquí, en Reino de ladrones (y tal y como dice el mismo título), es donde he encontrado un gran paralelismo con la realidad. Y, es que, hay veces que la ficción no la supera…
Pero creo que estos no son únicamente los elementos que hacen especial a esta novela. El ritmo es, quizás, uno de los elementos más importantes y creo que no se suelen tener tan en cuenta. A veces, un ritmo trepidante y adictivo hace que leas un libro de una sentada y, a veces, no disfrutamos de una lectura como deberíamos. Y, en esta, me ha ocurrido todo lo contrario. Estamos ante una novela lenta y esta es de las primeras veces en las que puedo decir que esto no es algo negativo. Gracias a ello, he disfrutado de cada uno de sus detalles con calma y he logrado concrentarme totalmente en la historia.
Reino de ladrones me ha llevado de nuevo a la ciudad de Ketterdam, un oscuro rincón de ladrones, asesinos y magia, para revivir historias de venganza, amor, amistad, guerra y ambición con seis personajes tan diferentes como similares en sus objetivos y sus corazones. ¡Y ha sido una vuelta inolvidable! Leigh Bardugo me ha vuelto a conquistar y atrapar a través de cada uno de sus capítulos y ha hecho que sus 600 páginas se me hayan pasado volando. A pesar de que últimamente son cada vez menos los libros de fantasía juvenil-adulto que consiguen llamar mi atención, ella lo ha conseguido gracias a su capacidad de empatía y, sobre todo, construcción de personajes. Si Seis de cuervos logró calar en mí, Reino de ladrones ha dejado huella y ya se ha colado (estoy segura) en mi lista de las mejores lecturas de 2019.
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