Renacimiento, de Kenzaburo Oé
Cada vez que leo un libro, quiero recordar la forma en que llegó a mí. O porqué decidí leerlo, cómo conocí al autor. No sé, algo relacionado al contexto en que empiezo la lectura de una novela. Pero esta vez no puedo dar con el momento en que conocí al autor, y váyase a saber, entre todos sus títulos, quise comenzar con este. O quizás sí lo sé y me encontré con mucho más. Y no puedo hacer más que recomendárselos, sin saber cómo y cuándo entró en mi vida: Renacimiento de Kenzaburo Oé.
En realidad, se trata de un traslado de la realidad a la ficción. Digamos, “basado en hechos reales” pero no estrictamente. Kanzaburo Oe es autor de novelas, el personaje principal, Kogito, también. El cuñado y cineasta japonés, amigo de Oe, decide terminar su vida. Goro –cuñado, cineasta y amigo de Kogito- también. Las mismas acusaciones de Oe contra la mafia japonesa Yakuza detrás de la muerte se repiten en la novela. Pero va más allá, es mucho más que una acusación, que una revelación y que una catarsis emocional del autor.
Goro de lanza al vacío y ahí comienza la novela, con Kogito recibiendo la noticia. Y luego de la noticia, encuentra las grabaciones que le dejó Goro. El protagonista comienza a encerrarse en un mundo irreal donde “conversa” con Goro, aunque él ya esté muerto. Pero, consciente de esta situación y también para buscar respuestas, viaja a Berlín.
En Alemania, se generan múltiples consecuencias: el duelo, la necesidad de hablar con Goro, la distracción, el afán de encontrar las razones de la acción de su amigo. Todo se acumula y Kogito aún sigue extrañando a su amigo.
Renacimiento no es sólo sobre la pérdida de un ser querido en una circunstancia compleja como es el suicidio con el trasfondo político de la Yakuza japonesa. Es la conversación entre dos personas talentosas, amigas de muchos años con la creatividad, cada uno en su disciplina, como nexo inicial. Y las conversaciones a través de las grabaciones, los audífonos y el botón de pausa, son una clara manifestación de una amistad alimentada por el respeto artístico mutuo y la condensación de recuerdos en conjunto.
Oé, escribiendo, es impecable. Hay que ir despacio para absorber lo que el Premio Nobel de Literatura tiene para decir. No es un libro sencillo y realmente no es una lectura ligera de verano, te da dolor de cabeza. Es una gran reflexión y lo que mayor atracción me produjo es el intercambio que mantienen dos personas dedicas al arte, entre la literatura y el cine. El cariño que se tienen se deja ver en las grabaciones de Goro y en las respuestas de Kogito.
Encontrar las razones y culparse por no poder detenerlo. Esas parecen las dos obsesiones de Kogito. Pero en el medio está la depresión, el encierro en no volver a conversar con aquella persona que mejor lo entiende.
Lo intento y no puedo recordarlo. No sé porque di con Oe. ¿Será porque últimamente me interesa el cine japonés y la literatura japonesa? Como sea, a veces, el fin se justifica sin necesitar de los medios.
Rosario Arán (rosearan@librosyliteratura.es)
De este autor leí hace tiempo Una cuestión personal. Un libro que también te invita a pensar y que me encantó. Y por lo que cuentas, con este libro el autor sigue fiel a su estilo. Así que me despertaste ya la curiosidad. Habrá que tenerlo en cuenta para futuras lecturas.
Besotes!!!
Este libro lo tuve frente a mí muchas veces, y siempre lo dejé pasar; luego de tu reseña y de que termine algunos pendientes, intentaré conseguirlo y leerlo; tiene una trama interesante! Saludos!