“Loriga se ha unido al selecto grupo de escritores que – como Houellebecq y Murakami – están redefiniendo la ficción del siglo XXI”. Esta frase, que firma Wayne Burrows para The Big Issue, aparece en la faja de Rendición, la última novela de Ray Loriga, premio Alfaguara 2017. Aunque no está fechada, creo que pertenece a la época en la que Loriga publicó “Tokio ya no nos quiere”, es decir, hace ya unos catorce años. Y lo que Burrows escribió en inglés fue “is set to join”, que en realidad se podría traducir como “está listo para unirse”, más que como un hecho consumado.
Antes de empezar con la lectura, pues, uno puede preguntarse: ¿lo ha hecho Loriga? ¿Se ha unido a ese selecto grupo? La verdad es que no lo parece. En la última década, justo antes de llegar a la cincuentena, ha transitado por diversos géneros, incluida la novela juvenil, sin recuperar el pulso que le había hecho ganarse un puesto por derecho entre los más grandes.
Después de un cierto silencio reciente, este Rendición se saluda como la vuelta del mejor Loriga, “una fábula luminosa sobre el destierro, la pérdida, la paternidad y los afectos”. Esto último lo he cogido también de la faja, me van a perdonar que no haya abierto ni siquiera el libro y ya me haya pasado el primer tercio de la reseña. Para responder a la segunda pregunta nos vale con las primeras veinte o treinta páginas, y la respuesta también es “no”. Ah, y la pregunta sería ¿regresa el mejor Loriga?
El mejor no. Regresa otro. Un buen Ray, si bien muy distinto del Loriga al que se refería Wayne Burrows. Rendición no tiene nada que ver con nada anterior a “El hombre que inventó Manhattan”, ni por el tono ni por la temática. Donde antes había narrativa urbana llena de drogas, sexo y rock’n’roll, ahora encontramos una fábula distópica, en la que el autor reflexiona a golpe de metáfora sobre la pretendida transparencia de la sociedad actual y la necesidad de aparentar la felicidad, más que de conseguirla.
Loriga nunca ha andado mal de imaginación así que sale con cierto éxito del paso de inventarse una sociedad de la nada. El planteamiento es interesante: una familia se ve obligada por la guerra, un conflicto intuido más que real, a quemar sus pertenencias y a dejar su hogar en el campo. El gobierno, al que deben obediencia pero al que no tienen acceso, los desplaza junto a sus vecinos a un lugar seguro, que resulta ser una ciudad de cristal, donde todo está a la vista de todo el mundo y sus necesidades se encuentran cubiertas por completo. Después de haber pasado años de penalidades y de llegar al borde de la hambruna, el protagonista, su mujer y su hijo (en realidad un huérfano al que encontraron antes de partir) reciben en esta urbe transparente todo lo que pueden desear. Pronto olvidan la guerra de la que venían, a los dos hijos que tienen en el frente y se entregan a una existencia anestesiada en la que no hay dolor pero tampoco pasión.
Se despliega todo esto ante nuestros ojos, en primera persona, de la mano del pater familias, un hombre de campo, un tanto inculto y consciente de sus limitaciones, que no aspira a más que a comprender un poco su propia existencia. El padre cuenta con profusión sus días en la ciudad de cristal, cómo cada problema queda resuelto por la comunidad sin la intervención de una autoridad superior y cada jornada es igual que la anterior.
Quizá el problema de Rendición como historia estriba en que termina convirtiéndose, durante su mayor parte, en un “paseo por el zoo”, como decía Kim Stanley Robinson de algunas novelas utópicas en una entrevista reciente. De las poco más de doscientas páginas del libro, la mayoría se aprovechan para describir el contexto. El campo primero, la guerra, la ciudad después, todo es retratado de manera estática, como algo que está allí, un escenario. Los conflictos son escasos y, sobre todo en la ciudad, resueltos rápidamente.
Al final nos queda “una historia kafkiana y orwelliana sobre la autoridad y la manipulación colectiva” (esto es de la cuarta de cubierta). Kafkiana sí, aunque hay que llegar hasta el final para comprenderlo plenamente. Orwelliana, no tanto. Del Orwell de 1984 puede ser, pero no creo que orwelliano se pueda aplicar tan a la ligera cuando hablamos de un tipo que también escribió Homenaje a Cataluña. Rendición está más relacionada con el Huxley de “Un mundo feliz”, dado que la enseñanza subyacente es similar.
En resumen, una apuesta valiente por parte de Loriga por salir de su zona de confort con un resultado que no desmerece, pero que tampoco creo que lo vuelva a catapultar a los altares de la ficción internacional.
Vaya, pues creo que no me voy a animar a leerlo. No he leido nada del autor, pero ya veo que éste no sería un buen comienzo
Que no sea su mejor libro no quiere decir que sea descartable, ni mucho menos. Y es solamente una opinión, tampoco quiero desanimar a nadie 🙂
Gracias por el comentario.
“de un tipo que también escribió Homenaje a Cataluña”
Algún problema?
Hola Cpb, gracias por el comentario. Simplemente me parece que “orwelliano” se aplica con demasiada ligereza a obras distópicas, como si Orwell hubiera escrito solamente eso. En realidad se trata de un autor con mucho más recorrido, como demuestra “Homenaje a Cataluña”, un gran libro que no tiene casi nada que ver con 1984.