Muchas veces me preguntan qué tiene que tener un libro para que me guste. Y la verdad es que, dependiendo de la temática, exijo unas cosas u otras. Si se trata de un thriller, necesito que me enganche. Si es juvenil, que tenga un punto de vista que me atraiga. Si es un romance, me gusta poder conectar con los personajes. Y, si se trata de literatura, necesito que me bailotee algo en la tripa mientras estoy leyendo. Por eso no me puedo quedar con una sola cosa, depende del libro que tenga entre las manos.
También depende del autor: a Dan Brown le exigiría una conspiración súper original; a Eloy Moreno, calidad de las palabras; a Cassandra Clare, nuevas emociones que me recuerden a las ya vividas; y a Nora Roberts, que fuera capaz de hacer que un libro de seiscientas páginas me dure horas.
Pues bien, ¿qué pasa entonces cuando me enfrento a un libro del que no he leído la sinopsis, que no conozco al autor y no tengo absolutamente ninguna referencia? Pues que ahí viene lo interesante.
Es lo que me ha pasado con Réquiem por Elisa, de Almudena Bustamante. El libro, cuando me llegó, estaba en proceso de edición y tampoco encontré en Internet ningún dato sobre la autora. No había críticas y no sabía lo que me enfrentaba. Pero, todavía no sé por qué, comencé a frotarme las manos ya que, a pesar de la poca información que tenía, auguraba buenas sensaciones.
La novela empieza a varios tiempos, con unos pequeños saltos temporales que nos presentan a varios personajes. Dejamos atrás a dos de ellos, una madre y una hija, de origen humilde, que ven sus vidas truncadas cuando un horrible destino se cruza con la joven, para encontrarnos con Elisa, una chica que proviene de una familia rica y que decide dejarlo todo para casarse con un profesor.
La ambientación nos lleva a la década de los sesenta y a un barrio humilde donde las vecinas cotillas abundan y la ropa tendida al sol es la bandera principal. Las descripciones de Almudena hacen que el lector se traslade inmediatamente al lugar y, lo más importante, consiguen que se ponga en la piel de Elisa desde el primer momento. Y también, quizás, en el resto de personajes. Porque aquí viene lo interesante: es una novela de contrastes, donde las personalidades y el pasado de cada uno de ellos es importante. El lector tendrá el trabajo de juzgar, si es que puede, los actos de todos ellos.
Porque sí, hay cosas que juzgar dentro de este libro, ¡ya lo creo que sí! Sucede una serie de cosas que he preferido no contar para no desvelar tramas importantes, pero que le dará al libro un toque de misterio que raya la novela policíaca, cosa que no me esperaba en absoluto y que supuso un cambio para bien.
También el lector verá cómo las dos historias (la de la madre y la hija por una parte y la de Elisa por otra) se entrecruzan señalando al destino como el culpable de todo lo que ha de acontecer.
Pero permitidme que me centre, más que en la historia, en la forma de narrar de Almudena Bustamante. No sé si habéis leído, por ejemplo, a María Dueñas, cuya forma de narrar es tan delicada y tan cuidada que la ambientación del libro es perfecta. Pues bien, me ha recordado bastante a aquel libro de El tiempo entre costuras, porque Almudena, pareciendo que no, convierte la narración en lo imprescindible y en el absoluto protagonista de la historia. Y este matiz de «pareciendo que no» es lo importante aquí: muchos autores, sobre todo noveles, intentan rebuscar palabras y descripciones para que la obra parezca más culta. Pero el problema es que, lejos de alcanzar esa meta, el texto se vuelve pedante y demasiado ambicioso. El truco está en tener una buena narración —con la personalidad propia del autor— sin que parezca que a este le ha costado ni una pizca de trabajo. Como si no se hubiera pasado horas pensando en una palabra determinada, como si nada más leerlo el lector dijera para sí «qué mente tan maravillosa y qué facilidad para plasmar todo lo que contiene».
Así que no os miento cuando os digo que me he llevado una muy buena sorpresa cuando empecé a leer esta novela. Tanto, que cuando ya se iba acercando el inevitable final, no podía parar de pensar que ojalá fuera más larga. Y no porque el texto lo necesite, no me malinterpretéis, sino por puro egoísmo. Porque podría haberme pasado horas cotilleando la vida de Elisa y no me hubiera importado lo más mínimo.
Y mira que a mí no me gusta catalogar a los libros así, como perfectos, porque todos tienen sus fallos. Pero tal vez sea por todo lo que me ha gustado este libro, las cosas que me ha hecho sentir o porque, gracias a no tener absolutamente ninguna expectativa puesta en él, me he encontrado lo que me he encontrado, creo que sí que podría catalogarlo de perfecto.
Estoy segura de que si esta novela, Réquiem por Elisa, llegara a manos de una editorial grande, con un poder de publicidad grande, llegaría muy alto. Así que desde aquí también animo a su atora a luchar por su obra, demostrando al mundo que saber elegir las palabras correctas vale casi tanto como ofrecer una buena historia.