“Retrato de una bruja” de Luis de Castresana
Aunque el tema de las brujas, la Inquisición, demonios, ciencias ocultas y cosas del estilo me gustan bastante tengo que admitir que, o he leído pocos libros sobre el tema o mi memoria no recuerda los que he leído (a excepción de la siempre recomendable Ars Mágica, de Nerea Riesco).
Sin embargo, no podía prever que este Retrato de una bruja iba a gustarme tantísimo. La manera en la que Castresana (que quedó finalista del Planeta en 1970 por esta obra) narra y las “cosas” que narra, parecen tan increíblemente reales, que cualquiera diría que, no solo ha participado en aquelarres sino que fue él mismo quien registró el procedimiento para poder acceder a ellos y el desarrollo de estos. Así de claro. Tal es el grado de precisión y detalle…
Estamos en algún sitio del País Vasco en algún año del siglo XVIII. Ana, noble por ser hija del señor de la torre, y Martín se quieren mucho, como la trucha al trucho. Pero he aquí que la madre de Martín, una mala pécora de nombre Engracia, quiere que su hijo vaya durante un año a la Corte, en donde tiene a un primo que se ha comprometido a enseñarle y espera que pueda sacar algo de provecho. Cuando la pareja se despide se prometen como novios. Él promete regresar pronto y ella esperarle. Sin embargo, pasará el año y Martín no vuelve. Engracia, que veía con buenos ojos la relación entre su hijo y Ana porque así presumía de posición social, empieza a rechazar a Ana. El tiempo seguirá pasando y un día a Ana le llega la noticia de que Martín se ha casado con la hija de un conde y tiene hijos…
Rota de dolor y buscando alivio, comienza a ver a una anciana que vive a las afueras del pueblo y a la que todos dan por bruja. Será ella la que poco a poco la inicie en toda la surtida gama de conjuros, hechizos, aquelarres, encuentros carnales con Martín y hasta con el Señor de la Noche (no, Batman no, el otro).
Lo mejor del libro es que sin darnos cuenta, hemos asistido al proceso por el que una mujer normal se convierte en bruja, tanto física como mental y espiritualmente y todo ello narrado con una prosa fácil, amena y ligera.
En ocasiones se hace algo cansino el repetitivo el estado de Ana. Que sí, que sabemos que está triste y desconsolada y rota, pero que no hace falta que lo repitas cada dos por tres por si me he olvidado, que me acuerdo…
Por otra parte, me parece elogiable el amplio y detallado el catálogo (ignoro si es inventado o está documentado en alguna parte) de rituales para conseguir algo en beneficio propio o en perjuicio de alguien, así como la lista de ingredientes necesarios para llevar a cabo conjuros, pócimas y otros mejunjes.
Retrato de una bruja es un libro demasiado escondido que merece ser redescubierto por los lectores. Se lee con muchísimo interés. Es de esos libros que no puedes soltar y no se intuye el final hasta el último capítulo.
Los que gusten del tema no pueden dejar de leerlo. O vendrá Lucifer y una coz en el culo les dará…