Reseña del libro “Reyes de la Tierra Salvaje”, de Nicholas Eames
Estoy demasiado viejo para esto. ¿Cuántas veces lo habré escuchado? Y digo escuchar porque normalmente es una frase pronunciada en ciertas películas. Protagonistas talluditos, casi rozando la jubilación o disfrutando de ella, que por h o por b deben volver a sus antiguas andanzas. Y claro, luego que si me crujen las rodillas, que si tengo que levantarme para mear varias veces por la noche o después de esta carrerita de nada parece que me va a estallar el puto pecho. Pero, como dice el refrán, quien tuvo, retuvo. Así que los susodichos personajes, faltos de la energía explosiva que otorga la juventud y doliéndose de todo, gozan de la experiencia suficiente como para al menos aguantar algunos asaltos sin perder la dignidad. Debería tomarme cierto tiempo para meditar y así hallar un ejemplo de lo anteriormente descrito en formato libro. Haberlos haylos, seguro. Aunque, difícilmente sería un modelo tan manifiesto como lo es Reyes de la Tierra Salvaje, primer libro de la saga de historias independientes denominada como La Banda. Pero el libro de fantasía escrito por el autor canadiense Nicholas Eames no solo nos adentra en las vidas de unos cincuentones (¿quizá más?) que se enfrentan a una misión suicida, también es el vivo ejemplo de que utilizando bien los clichés del género se puede llegar a sorprender a los lectores.
Reyes de la Tierra Salvaje, publicado en español por el flamante sello editorial Gamon Fantasy que pertenece a la editorial Trini Vergara Ediciones, empieza con Clay Cooper. Antaño mercenario, ahora marido de una buena mujer y padre de una niña cariñosa. Vida tranquila, curro sencillo. De vez en cuando hasta se permite unas cervezas en la taberna del pueblo al terminar la jornada para así ahogar sus viejos demonios. “¿Qué eres? ¿Un hombre o un monstruo?” A Clay Cooper lo conoceremos muy bien, pues nos adentraremos en la historia desde su punto de vista y a través de su monólogo interno iremos conociendo su pasado y presente así como el de algunos personajes afines a él. Personajes como Gabriel: excompañero de banda que se presenta de sopetón en su humilde morada para pedirle ayuda. Su hija ha quedado atrapada en una ciudad sitiada. La ciudad en principio parece inexpugnable, pero los sitiadores no son otros que la Horda de la Tierra Salvaje Primigenia. Eso significa miles de monstruos intentando tirar abajo unas murallas mientras dentro la gente empieza a sentir como la falta de alimento hace mella. Lo que Gabriel le propone a Clay es reunir a Saga (la banda de mercenarios a la que pertenecieron) y embarcarse en una misión de la que probablemente no salgan vivos. Clay Copper tiene ciertas reticencias, pero creo que no es ningún spoiler si os digo que finalmente acepta; a pesar del dolor que eso le provocará. “Vuelve a casa, Clay Cooper.”
En lo que se podría describir como la primera parte de Reyes de la Tierra Salvaje asistiremos a las vicisitudes de Clay y Gabe para reunir de nuevo a Saga y descubriremos el verdadero tono de la novela. Aunque el inicio está marcado por lo solemne con algún toque sensiblón, Nicholas Eames vira de forma gradual, mientras la narración toma velocidad de crucero, hacia la aventura con grandes dosis de humor. Algunos gags son pasables, los hay de descacharrantes y algunos hasta con diálogos tarantinescos en los que descubriremos las diferencias entre un estanque y una piscina. Aunque, no es hasta la aparición de Arcandius Moog cuando el cachondeo se pone de manifiesto en todo su esplendor. Mitad Gandalf medio senil, mitad Rincewind con historia trágica a las espaldas, el mago de la banda es el contrapunto humorístico (muy, muy humorístico) de algún momento dramático del cual él mismo es el protagonista. Humor que en ocasiones acaba matando el intento infructuoso de Eames de perfilar y profundizar en los sentimientos de sus personajes y que incluso servirá para solucionar algún contratiempo vital de una forma tan chapucera como naíf. Y mientras tanto los clichés más típicos del cine y las novelas de fantasía se seguirán sucediendo. Topicazos que, en su mayoría, resultan tan bien orquestados como ejecutados, que rozan incluso la parodia pero que sobre todo tienen como único y claro objetivo hacer pasar un buen rato al lector.
A medida que Saga se acerca a su meta el lector puede escuchar con más fuerza la batería, las guitarras y hasta la canción. Y es que, si Nicholas Eames apuntala gran parte de su narración en la fantasía popular, la otra lo hace en lo que resulta el punto más original y divertido de Reyes de la Tierra Salvaje: aventuras estilo Dungeons & Dragons vistas a través del prisma de la industria musical. Así que las bandas de mercenarios hacen giras para matar monstruos, tienen sus managers y hasta un bardo que les hace el trabajo de marketing. Por si esto fuera poco, podemos ver referencias a cantantes como Freddie Mercury o Elvis, a bandas como Black Sabbath o Thin Lizzy o mercenarios con estética punkarra o con el rostro pintado a lo Kiss. Así que, teniendo en cuenta este panorama, Saga no es más que una banda de viejos rockeros tomando malas decisiones (por amor a la familia, por amistad o por estar más borrachos que una cuba), recibiendo más palos que una estera y consiguiendo salir de algunas situaciones de pura chiripa. En conjunto, con Reyes de la Tierra Salvaje Nicholas Eames consigue divertir al lector mientras rinde homenaje a la fantasía más clásica y a la música más cañera.