Siempre he pensado que si tuviera que regentar un negocio, sería una librería. Solo de pensar que tendría acceso a tantos libros y tantas novedades se me eriza la piel. Luego pienso que tendría que atender a un montón de clientes (siendo optimista, claro, no olvidemos que hablo de una librería) y que quizás, esos menesteres, me sacarían de mi lectura compulsiva y que probablemente acabaría como la Señora de Burgos, mándales a todos que se compren Los pilares de la tierra con tal de que me dejasen en paz. Y entonces se me pasa cualquier ensoñación. Pero el gremio de los libreros siempre me ha fascinado, y más hoy en día, que hay que armarse de un valor encomiable para atreverse a montar una.
A Belén Rubiano, la autora de Rialto, 11, le sucedía algo parecido. Desde pequeña había devorado los pocos libros que tenía a su alcance y el hecho de trabajar en una librería también le erizaba la piel. Ella fue valiente y bastante más sociable que yo, todo sea dicho, y siendo ella una jovencita, bastante perspicaz y descarada, consiguió trabajo en una librería de Sevilla. La Señora de Burgos, a la que mencionaba en el primer párrafo, era la dueña de la librería en la que trabajaba Belén y que tenía varias sucursales más en Sevilla. Una mujer de armas tomar, que no se lo puso nada fácil a nuestra ilusionada Belén y que proporciona una cantidad de anécdotas hilarantes. Lo siento, Belén, pero por muy cabrona que fuera, hay que reconocerle su puntito.
Después de trabajar para los demás, Belén pensó que ella quería montar su propia librería y se puso manos a la obra. Pidiendo dinero aquí y allá, visitando locales, hablando con las distribuidoras y rompiéndose la cabeza, por fin logró abrir las puertas de una pequeña, pero bien dispuesta, librería en la plaza Rialto de Sevilla. Una librería que le dio algunos de los mejores momentos de su vida, pero también muchos quebraderos. Finalmente, en 2002, Belén tuvo que echar el cierre a su negocio, dejando atrás unos de los años más felices de su vida.
En Rialto, 11, Belén nos narra, con un excelente sentido del humor y una sinceridad arrolladora, sus inicios como librera y sus andanzas en su propia librería. Nunca pensé que una librería diera tanto de sí y que pudieran suceder tantas anécdotas entre sus puertas, que se pudieran aprender tanto en ella y que, a pesar de los problemas, pudiera proporcionar tantas alegrías. Pero estaba visto que no había leído nunca un libro tan sincero como este, donde Belén, a modo de memorias, nos narra todas las vicisitudes, anécdotas y alegrías de aquellos años que pasó completamente rodeada de libros.
He devorado el libro porque, aparte de que el estilo de Belén no da tregua y engancha de una manera inquietante a seguir leyendo capítulo tras capítulo, hacía mucho tiempo que no me lo pasaba tan bien leyendo un libro como con Rialto, 11. Aunque sabía que con Belén Rubiano iba a reírme mucho, no esperaba reírme tanto, de verdad. Y, sobre todo, no me esperaba que Belén me fuese a emocionar de esta manera. Qué libro, qué maravilla. No sé en qué gremio estás ahora, Belén, pero ojalá se vengan muchos más libros tuyos, porque yo, sinceramente, necesito saber de ti y de tus andanzas.
1 comentario en «Rialto 11, de Belén Rubiano»