Richard Matheson: El maestro de la paranoia, de Sergi Grau

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Hay algunos autores que conocemos de una manera casi inconsciente, en segundo plano, escribiendo historias sin cesar, alejados de los focos y de la fama. Autores que todo el mundo conoce pero que nadie sabe que conoce. Sus nombres suelen sonarnos, pero a menudo nos cuesta ponerle cara o asociar la obra. Nos cuesta visualizar la portada del libro o de la película. Estos autores son, en parte, un pilar fundamental de nuestro bagaje cultural personal e incluso algunos han llegado a dar forma a nuestras primeras filias y fobias literarias. No podríamos entender nuestras tendencias culturales sin su influencia, pero al mismo tiempo son grandes desconocidos y no somos conscientes de la gravitas que nos ha generado dicho autor hasta que volvemos a ponernos delante de su obra.
El hecho que una obra como esta haya llegado a ver la luz, no hace sino hablar maravillas de una editorial como Gigamesh, responsable de esta fantástica apuesta editorial. Este volumen, un interesante ensayo en torno a la figura de uno de los últimos genios de la narrativa de terror y fantástica, es el primero escrito en lengua castellana dedicado a analizar la obra literaria, guiones para cine y televisión, y diversas adaptaciones para ambos medios que ha conocido la admirable producción literaria de este gran escritor norteamericano. Nos estamos refiriendo al volumen correspondiente a la colección “Miscelánea” titulado: Richard Matheson: El maestro de la paranoia.

Coordinada de maravilla por Sergi Grau, pero participada y escrita por trece autores más, Gigamesh encuentra la manera de resumir y analizar la vida y la obra de un autor a todas luces inabarcable. En la narración hay fragmentos más y menos literarios, y con más o menos peso de la literatura o el cine, pero el resultado final es la constatación de que Richard Matheson es un autor cuya preeminencia nunca ha sido justamente reconocida en nuestro país. Es triste reconocer que tras su muerte, el 23 de junio de 2013, no se produjo ninguna muestra particular de pesar entre los lectores españoles, de la misma manera que sucedía un año antes con Ray Bradbury cuya desaparición pasó prácticamente desapercibida para la corriente literaria y cultural mayoritaria de este país.

Matheson fue un escritor multidisciplinar. Manejaba a su antojo el relato, la novela y el guion de cine. Colaboraciones con el mismísimo Roger Corman, guiones para En los límites de la realidad (The Twilight Zone 1959-1964), relato y guion para El diablo sobre ruedas (Duel, 1971) de Steven Spielberg… En definitiva, un mundo, como decíamos, inabarcable en el que sus verdaderas obras maestras están representadas por sus textos en forma de relato corto.
Oculto bajo una clave fantástica, Matheson representaba el paradigma de la crónica de la soledad cotidiana. La de Robert Neville, la del hombre menguante, la del tipo que ve algo raro a través de la ventanilla del avión. También en la obra de Matheson existe cierta semejanza con Ira Levin, cuya obra rezumaba también soledad cotidiana (soledad doméstica, eso sí) en obras como “La semilla del Diablo”.
Esta soledad, este costumbrismo del que después bebió Stephen King, relata de un modo descarnado situaciones habituales de la américa de los setenta.

“Cuando eres niño y quieres comprarte un helado es muy triste tener que esperar a que pase el camión, aunque el niño lo considere normal porque no ha conocido otra cosa. Cuando a un ser humano le están jodiendo la vida y no acaba de identificar el origen de su desgracia, muchas veces ni siquiera puede reconocer que es infeliz, y acaba por volverse loco”.

El hecho de que Richard Matheson trabajara escribiendo sus obras a lápiz y papel, sin ayudas de ninguna máquina de escribir u ordenadores en sus últimos años, acrecienta la sensación de abandono por parte de la comunidad lectora al ver la enorme cantidad de obras reseñables que dejó tras de sí el autor norteamericano. Matheson fue por encima de todo un escritor en su máxima expresión, un ser humano nacido para escribir, a quien le traían sin cuidado las circunstancias que le rodeaban.
En Richard Matheson: El maestro de la paranoia, Sergi Grau coordina una sesión de psicoanálisis en tercera persona. Desnuda el alma de Matheson a través de su obra y nos explica que seguramente fue su carácter paranoico el principal estímulo creativo que tuvo. Un estímulo creativo que le acompañó a lo largo de su vida, dejando tras de sí un reguero de obras maestras que todos conocemos aún sin saber que están dentro de nuestro subconsciente. En definitiva, si queréis saber un poco más porqué os gusta lo que os gusta y porqué Matheson es tan importante para todos nosotros, este es un libro que debe estar en vuestra estantería. No lo dejéis pasar.

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