Robar en American Apparel, de Tao Lin
Crecer en una generación, vamos a llamarla perdida, tiene sus ventajas aunque yo todavía no he sabido muy bien cuáles son. Si algún día las descubren, llámenme y me lo comentan. El verdadero milagro de esta, nuestra generación, nacida al arrimo de las nuevas tecnologías, es no haberse pegado un tiro mucho antes de lo que parece que viene a ser la realidad más absoluta. Uno se para a ver – y yo lo hago demasiado – lo que el mundo te ofrece y parece como si nadie de los que, siendo hijos y crecidos en una nueva era, esa que se suponía que iban a ser todo facilidades, hayan podido encontrar su sitio o al menos hayan creado para ellos un mundo mucho mejor de la mierda con la que se encontraron allá por los años noventa, cuando todo estaba creciendo, pero en realidad lo único que hacía era crearse más y más porquería. Robar en American Apparel bebe, en cierta forma, de esas fuentes en las que el nihilismo, la apatía y la abulia más exacerbada hizo acto de presencia cuando vimos que todo lo que nos habían vendido no servía para nada. Será que yo, hijo de padres trabajadores y que se tienen que levantar a altas horas de la madrugada para poder llegar a fin de mes, lo veo todo demasiado negro, pero el caso es que la novela de Tao Lin convierte el escenario tan oscuro de la juventud en una novela propia de los tiempos que corren, en una especie de camino empedrado donde las ilusiones no lo son tanto, pero a la vez, el grito que se aloja en la garganta es posible que salga, en un momento determinado, para empezar a abarcarlo todo.
Sam es detenido por robar en American Apparel. Pero esa no es su vida, porque lo que realmente le rodea son un grupo de jóvenes como él que, por desgracia, no encuentran su sitio en ninguna parte.
Hace años, una película marcó una especie de punto de inflexión a la hora de hablar de los jóvenes y del mundo que les rodeaba. La película en cuestión era Bocados de realidad (Reality Bites) y ejemplificaba a la perfección cómo el cambio de generación había convertido a toda una ristra de jóvenes en perfectos desconocidos para un mundo que intentaba tragárselos a marchas forzadas. Tao Lin, y estoy seguro que alguno de los que me leen discrepará, pero para eso están las opiniones, nos relaciona a los lectores, de alguna forma, con esa película y ese movimiento que surgía en las imágenes, presentándonos a Sam y a toda su estirpe, una serie de jóvenes que podrían tenerlo todo, pero que, sin embargo, acaban cayendo en la más absoluta de las miserias, por mucho Macbook que lleven del brazo, o mucho dinero que en la cartera brille o tintinee. El retrato que se hace aquí de toda una generación hastiada es tan certero que, en ocasiones, podremos vernos reflejados, casi dibujados con pincel experto, ya que en esos movimiento fugaces de cambio de plano que el autor maneja a la perfección, comprobaremos cómo de un día para otro, la cosa no cambia en absoluto, siempre es igual, los diálogos están vacíos, carentes de todo valor, de toda la importancia que se viva a través las calles de, a pesar de que sea otro país, cualquier ciudad, en cualquier punto indeterminado del planeta.
Somos hijos de la nada más absoluta. Esa es la gran batalla que se refleja en Robar en American Apparel porque, a pesar de que parezca que la novela cuenta poco o nada en absoluto, guarda en su interior un potente mensaje: que la falta de misterio para los jóvenes ha hecho mella y ha terminado por calar hondo en los cuerpos que se mueven a ritmo de Ipod o de música estridente. Tao Lin, considerado uno de los autores más emblemáticos de esta nueva generación, construye una auténtica paradoja, una especie de sueño demasiado real, un viaje por la podredumbre que se convierte en aquello que huele pero que intentamos ocultar bajo la alfombra, mientras pensamos que, a lo mejor, por ciencia infusa, desaparecerá por sí sola. Y lo hará, estoy seguro de ello, pero sólo será a través de un movimiento, de un pequeño paso, o quizá de una explosión fortuita que convertirá todo ese “no hacer nada” en “convertirse en algo”. Puede que esta novela parezca sencilla, pero leyendo entre líneas, comprenderemos que, en realidad, es mucho más compleja que aquello que podemos vivir en el día a día.
Fue el primer libro de Tao Lin que leí. Por una parte, comparto tu creencia de que bajo toda la frivolidad y todo el vacío de los personajes, hay más, mucho más. Pero por otro lado, me quedé con la sensación de que el hiperrealismo fiel a nuestros tiempos estaba tan bien logrado que, ¿para qué leerlo? Podría ser la vida de cualquiera de nosotros. ¿Sirve eso para montar una novela? Aun así, no se le puede negar el papel de testigo de una generación.
La vida de la generación en la que nos ha tocado vivir siempre está bien que se cuente. Al fin y al cabo, nos sirve para poner un poco de espejo delante y ver en lo que nos estamos convirtiendo. Me sorprende algunas críticas que lo han tildado de “pretencioso”, cuando en realidad lo único que hace es dar la imagen de la sociedad de los jóvenes de hoy en día. En fin, críticas, ya sabes 😉
Podría entender que tildaran de pretenciosos a sus personajes. Pero la forma de escribir me parece sencilla, acorde con lo que narra. En fin, sí: críticas (y gustos).