Voy a fusionar en este post la rueda de prensa que se hizo el jueves por la noche, tras darse a conocer los nombres de los premiados, y la del viernes por la mañana ya que, básicamente no difieren mucho una de la otra.
El 3 de noviembre saldrán a la venta tanto Hombres desnudos, de Alicia Giménez Bartlett, y La isla de Alice, de Daniel Sánchez Arévalo.
La tirada del primero será de 210.000 ejemplares y 90.000 la del segundo.
De La isla de Alice comentó su autor que solo podía ser una historia anglosajona, donde las apariencias priman.
Añadió Arévalo, cuyo padre afirmaba de él que había nacido “con una flor en el culo”, que tenía ganas de sumergirse en el universo femenino, que era una deuda que tenía pendiente y que el jurado estaba convencido de que el autor era una muer. La isla de Alice es un viaje emocional, introspectivo. Si alguien quisiera llevarla al cine, si Mendes, Fincher o Amenábar se lo propusieran, se lo daría a Amenábar, pero trabajarían el guión conjuntamente.
Añadió que, a pesar de la crudeza de la novela, hay un personaje que sirve de contrapunto humorístico y que de hacerse película, debía de asignársele a Antonio La Torre.
Arévalo se ha quitado un peso de encima y si no le hubieran dado el premio ahora mismo estaría encerrado en su casa, repasando y puliendo la novela. Pero al ser finalista considera que la novela ya está bien y puede olvidarse de ella y pasar a otra cosa. Desea volver a su casa y encerrarse. Es como un viejo prematuro que quiere aislarse del mundo y volver a él solo cuando es necesario.
En cuanto a la obra de la Camilleri española, como se conoce en Italia a Giménez Bartlett, comentó la autora que es una novela sin género, no militante pero ácidamente comprometida. Habla de la realidad inmediata, del cambio de roles al que la crisis nos ha obligado, con un argumento muy simple, con unas mujeres emergentes más comprometidas con su trabajo que sentimentalmente. Una novela que describe cómo las clases sociales existen y se diferencian cada vez más y escrita con una técnica no obvia, algo muy “naive” que le recuerda a ella como cuando en las óperas uno de los personajes se dirige al público y le dice que todo lo que ha visto es falso… o no. Aunque ella misma reconoció “no sé de qué demonios habla mi novela, es la verdad”. Grande, Bartlett.
Comentó también que estaba escrita en primera persona, intercalando los pensamientos del interlocutor y que… bueno… “es un lío del carajo”.
Fue una rueda de prensa distendida, en la que la Bartlett aportaba grandes dosis de comicidad con semblante serio y en la que quedó patente la inteligencia de ambos premiados.
Ahora toca leer sus libros a partir del tres de noviembre, y decidir si son justos merecedores de sus respectivos premios, aunque algo me dice que esta vez sí.