La editorial Malpaso recupera, con muy buen acierto, uno de los clásicos de la literatura de viajes actual. Rumbo a Tartaria es un recorrido por los lugares más inestables del planeta, esos lugares que aparecen más en los telediarios que en las agencias de viajes. Robert D. Kaplan parte a finales del siglo XX desde Hungría, y recorriendo parte de los Balcanes, Asia Menor, Oriente Próximo y el Cáucaso llega a Turkmenistán, parte de aquel trozo de mundo que los europeos medievales conocían como Tartaria. Por el camino, un total de doce países con diferentes realidades históricas pero en cuyos territorios se encuentran el 70% de las reservas de petróleo y el 40% de las de gas natural.
Del mismo modo que el imperio austríaco fue “el sismógrafo de Europa” en el siglo XIX, el Nuevo Oriente Próximo, que se extiende desde los Balcanes en dirección este hasta “Tartaria”, puede constituir el sismógrafo de la política mundial y el escenario de una despiadada lucha por los recursos naturales en el siglo XXI
Kaplan viaja buscando el carácter nacional de cada país, enseñando al lector que el presente no es casual, sino parte muy directa de las acciones del pasado. La tarea del autor es casi inabarcable, pero con su estilo claro y nada farragoso, intenta explicar de forma sencilla la difícil partida de ajedrez que se lleva jugando (y lo que queda) en estos territorios. Mezclar en un solo libro miles de años de luchas tribales y religiosas, los restos del Imperio Persa y Otomano y la caída de la URSS puede resultar explosivo, pero gracias al buen hacer de este Heródoto moderno, la clase magristral de historia cala más en el lector que muchas de las insufribles peroratas que tuvimos que aguantar en nuestra etapa escolar.
En 1975, los refugiados palestinos, apoyados por musulmanes libaneses, lucharon contra los cristianos libaneses. Después, los sirios pelearon contra los palestinos, pues temían que un Líbano radicalizado e imposible de controlar los arrastrara a una guerra con Israel. De todos modos, los israelíes invadieron el Líbano en 1978, y de nuevo en 1982, aliándose con los cristianos contra los palestinos, los drusos y los musulmanes sunitas
Este párrafo da buena cuenta de la difícil tarea que es explicar el presente de ciertos territorios, esos lugares donde las potencias occidentales intentan meter mano con fines poco claros, creando todavía más confusión. Su viaje por Oriente Próximo está marcado por la dificultad de explicar el extraño puzle surgido tras la II Guerra Mundial, que ha propiciado los grandes conflictos bélicos tras la Guerra Fría. La calma tensa de lugares como Jordania o Líbano contrasta con las dificultades de Kaplan en Siria, un lugar dominado con mano dura por el gobierno ególatra de los Assad, y en los que el autor intenta sin éxito conseguir gente que quiera explicar cómo un gobierno tan cruel puede perpetuarse en el tiempo. Previo a esto, había podido comprobar los miedos que los países de Europa del Este tenían tras la caída de la URSS, buscando nuevos gobiernos que les acercaran más a la Unión Europea que al influjo de Rusia y el Comunismo.
En el Cáucaso, el problema que encuentra Robert D. Kaplan es distinto. Este territorio está marcado fuertemente por su geografía. Armenia, Azerbaiyán y Georgia viven encajonados entre el Mar Negro y el Caspio, y sometidos durante años a la influencia soviética, persa y otomana. En estas tres ex repúblicas soviéticas se percibe, al igual que en los libros de la Nobel Svetlana Aleksiévich, que aquella disolución rápida de 1991 dejó a las nuevas generaciones a merced de una nueva clase dirigente sin valores. En este caso, la zona de Transcaucasia quedó convertida en un hervidero, con gobernantes chapuceros sin experiencia legislativa, y con una sociedad perdida y dividida en unos territorios no del todo definidos que en años sucesivos han dejado conflictos como el del Nagorno Karabaj o el de Osetia del Sur, hace menos de una década.
Rumbo a Tartaria es el legado de un periodista nómada que tiene un valor incalculable a día de hoy. Kaplan sabe que todo tiene un por qué, y es lo que busca en su largo viaje. Su testimonio tiene una credibilidad ganada a pulso, pues como buen guerrero, no duda en bajarse al fango y viajar donde nadie quiere viajar, aunque tenga que sufrir agentes fronterizos extorsionadores, habitaciones destartaladas o viajes infernales por carreteras olvidadas.
Este libro escrito a finales del siglo XX sigue vigente a día de hoy. Quizá el mapa que presentaba hace dos décadas no haya variado mucho, y quizá muchas de las profecías anunciadas para el siglo XXI no se han cumplido completamente, pero tengan por seguro que gran parte de los problemas que la comunidad internacional está sufriendo y sufrirá vienen ya reflejados y esbozados en este gran testimonio.
Si hay un movimiento fundamentalista en Siria, seguro que permanecerá oculto hasta que el régimen dé muestras de debilidad. Pero Alepo tal vez esté maduro para difundir las ideas del islamismo radical
César Malagón @malagonc