Reseña del cómic “Saboteando a Shakespeare”, de Max
Al mal tiempo buena cara y a la literatura o arte serio, ¡qué carajo!, descojone del bueno. Que las cosas no están siendo fáciles es una obviedad, pero con humor se llevan mejor. Por eso apetece tanto pasar las horrendas páginas del periódico en busca de esa tira cómica que nos saque una sonrisa. Amarga, torcida muchas veces, pero sonrisa al fin y al cabo. Porque esa tira va a sacar los colores de los vicios de unos, en ocasiones también los nuestros, y en esa empatía encontramos el disfrute. El humor, habilidad y talento no siempre bien distribuido, menos aún comprendido, tiene en la figura del dibujante Max una apuesta segura. Y en su último libro Saboteando a Shakespeare es justo lo que nos va a dar. A chorros.
Como una trampa ante los ojos se nos ofrecen estas viñetas de Max en las que satiriza el concepto de arte, de literato, de estupidez política. Lo que se le ponga por delante al genial Max le vale para sacarnos una carcajada sonora. Los clásicos de la literatura están para gozarlos, para darles una, dos o tres vueltas, mejor eso que enterrarlos en el olvido (y perder sus restos). Por eso aquí Shakespeare, Dante o Cervantes seguirán siendo genios, pero no deidades. Nos acercaremos a ellos con risas, cercanía, no con reverencia. Ahora, quien no merece ni risa, ni halago y sí un par de guantás bien dadas son los altisonantes y futuros escritores de manual, los listillos que se pasan eso del talento, del oficio y la dedicación por la funda genital. Max nos hará ver y reírnos de esa otra realidad de las escuelas-fábricas de artistas.
Como artesano del dibujo, con su peculiar estilo, Max no tiene comparación alguna. Quizá en la afilada palabra y la sátira siempre nos acordamos de Quino, pero en cuanto a dibujo, con sus figuras de dedos alargados, siempre sin cerrar el trazo, sus simpáticos personajes (Bardín el superrealista hace aquí su aparición) o el gurú del vertedero, ese burro aristotélico que parece ofrecernos las respuestas más obvias y desternillantes a nuestras preocupaciones existenciales, y su cuidado mimo por los movimientos de vanguardias, Max, como digo, nos ofrece un genial trabajo artístico. De risas se vive, claro, pero en su composición, en su dibujo es donde nos embauca este creador de situaciones divertidísimas.
La cultura, que parece tan inaccesible porque gusta de revestirse de altanera la muy jodida, con Max baja de su pedestal para mostrar sus miserias, sus debilidades tan sonadas y vividas por cualquier mortal. Y si hay que sabotearlos, pues se hace. Con humor, con cariño y con un tirón de orejas a quienes se empeñan en hacerse modistas de ese traje de inaccesibilidad artística. El negocio editorial no sale bien parado en estas tiras, ya advierto. Divertidísimas las viñetas dedicadas a las vidas de los pobres libros, abocados a un entierro tan miserable, cruel y olvidadizo como el que ofrecemos a nuestros grandes escritores (Cervantes, Lope, Lorca…). En total, una recopilación de sus tiras cómicas más libertinas sobre el mundo de la cultura que fueron publicadas en el suplemento cultural Babelia y que ahora se recogen en esta edición de Salamandra Graphic. Risas aseguradas, letraheridos heridos, políticos idiotas idiotizados, ofendiditos ofendidos y hasta el pobre Dante con mascarilla para recorrer el Infierno. Lo dicho, un cachondeo de libro.