Queda mucho más bonito llamarnos “lectores” que “consumidores de libros”. Se trata, quizá, de la misma pedantería que se apodera de nosotros cuando cogemos un avión. No somos turistas, afirmamos con la solemnidad de Toro Sentado, sino viajeros. Vamos por la vida con la mente abierta y una sed infinita de aprender y conocer nuevas culturas y formas de vivir por las que, pese a su atraso, falta de higiene y costumbres salvajes, sentimos un religioso respeto.
La pareja protagonista de Safari Honeymoon, esta genial e inclasificable novela gráfica de Jesse Jacobs, han decidido celebrar su boda de miel con una genuina aventura en los peligrosos confines de un bosque infestado de peligrosos depredadores, horripilantes parásitos y plantas venenosas. Cuando el guía les sirve el desayuno, “croque-monsieur a la parrilla con creme fraiche y gruyère, coronado con huevo de codorniz orgánico”, la esposa pregunta si se trata de un plato local, como informaba el folleto de la agencia de viajes. “Todas las plantas y animlaes de este maldito bosque son venenosos”, le responde el guía. “Bueno, aun así sigue siendo un desayuno encantador”. Ni ella ni él van a dejar que semejante minucia les estropee una experiencia tan increíble como la que van a vivir.
La experiencia en cuestión consiste en matar todo bicho viviente que se les presenta, a lo que el guía contribuye matando a las crías para que no sufran. Lo que nuestra pareja de recién casados no sospecha es que el bosque en el que se encuentran es un organismo vivo y que, dentro de él, ellos son poco más que dos pequeños e insignificantes parásitos, no muy diferentes de los que les acechan con cada bocanada de aire. Tanto es así que olvidarse de ponerse el tapón del culo cuando duermen puede tener consecuencias espeluznantes.
Los parásitos y el resto de criaturas que pueblan este bosque y las páginas de Safari Honeymoon merecen comentario aparte. Cada rincón de cada viñeta puede ocultar un animal o una planta de aspecto tan fantástico como estremecedor, desde los monos del bosque hasta ese animal que engulle a una criatura que, a su vez, le hace devorarse a sí mismo, pasando por otra criatura, también inquietantemente antropomorfa, cuyo feto, que aún no ha desarrollado las toxinas, salva de morir de inanición a nuestros protagonistas. Cada viñeta de esta novela gráfica es un pequeño mundo en el que el caos de la civilización entabla un duelo con la simetría y la racionalidad de la naturaleza.
A nadie que la lea se le ocultará el mensaje ecológico de la obra, pero reducirla a ese mensaje sería del todo injusto. Situada, como hemos visto, en un remoto bosque plagado de peligros, Safari Honeymoon se me antoja una sátira sobre diferentes aspectos de nuestra sociedad: el ansia de aventuras exóticas supuestamente auténticas, el empeño en estudiar, someter y controlar cada palmo de nuestro planeta, o ese esnobismo que afecta por igual a turistas y consumidores de libros. Y como toda buena sátira, el sentido del humor está presente en todo momento. A título de ejemplo, no puedo resistirme a mencionar las crípticas citas que apunta el bosque parlanchín, cual uno de esos excéntricos personajes que pueblan las películas de Wes Anderson, o las palabras que el marido, creyéndose al borde la muerte, le dice a su esposa:
Prométeme que, cuando vuelvas a la ciudad, denunciarás de mi parte a la agencia de viajes.
A lo largo de nuestra vida como consumidores de libros, sólo en contadas ocasiones podemos decir que nos hallamos ante una obra completamente diferente a todo lo que hemos leído. Enigmática, perturbadora y ferozmente divertida, ésta es una de ellas.
Se ha despertado mi curiosidad…debe estar interesante y sobre todo que tiene toda la pinta de ser diferente.
Un beso
Diferente, lo es un rato. Y raro. Y divertido.
Saludos.