Sambre: Bernard & Julie, de Yslaire
Cuando la oscuridad se mezcla con el rojo de la sangre, sólo hay un posible final: la muerte. Y así, como las batallas que se convocan en nombre de una nación, como el sonido de unas campanas en mitad de la madrugada, o como las banderas que se agitan alentando a la revolución, se crean las historias que nos agarran el corazón. Sin mirar atrás, nos encontramos pasando páginas, recorriendo los laberintos a los que nos llevan las aceras adoquinadas, arrastrando nuestra mano por los pliegues de los edificios en ruinas y por los cascotes que se arremolinan en las esquinas, convirtiéndose poco a poco en enemigos que nos invaden en alma, el color de nuestros ojos, demostrándonos una y otra vez, que el destino estaba escrito de antemano. Porque nosotros, los seres que abandonan su destino al amor y la pasión, estamos condenados a repetir nuestros errores.
Tras la muerte de su padre, Bernard se encuentra postrado a los pies de un amor prohibido: el de la furtiva Julie, una mujer de ojos rojos que guarda en su interior el secreto de toda una vida y que se convertirá, poco a poco, en la imagen de la revolución que empieza a sucumbir por las calles de París.
Así como a veces te encuentras ante una imagen que te sobrecoge, Sambre consigue que tus sentidos se diluyan, quelos sentimientos afloren cada vez que aparecen ante tus ojos las imágenes de un París revolucionario, y que un escalofrío recorra tu médula espinal cuando el amor entre Bernard y Julie aparece como un fantasma lleno de cadenas que lo atan a tierra firme, impidiendo que pueda volar libremente, como sólo dos amantes tendrían el derecho de poder hacerlo. Esta es una historia sobre el destino que lleva nuestro nombre escrito, y como tal Yslaire nos introduce de lleno en un mecanismo de reloj en que las agujas intentan acercarse, y cuando lo hacen, estalla la furia, las llamas que acabarán por absorberlo todo, y que quemarán hasta el único milímetro de nuestro cuerpo. Porque el amor es incendiario, es una llama que crece en el interior, pero que inflama todo lo que toca. Y como en los ojos rojos de nuestra protagonista, una maldición se cierne sobre nosotros, sobre el ser humano que emplea todo su tiempo en negarse a sí mismo. Pero Sambre nos enseña que es inútil, que somos lo que amamos, lo que está escrito en una historia antigua, tan antigua como la creación del hombre y la mujer, porque la maldición siempre vuelve a nuestra realidad, con más fuerza, con un golpe seco a nuestra cabeza, destruyendo lo que sabíamos hasta ese mismo momento.
Sambre es poder, es traición, es pasiones irrecuperables, y una Historia con mayúsculas. Es un mundo real, pero imaginario. Es un universo que reclama su puesto, que lo toma, que nos ase bien fuerte las sensaciones y las remueve como si estuviéramos dentro de una maquinaria imposible de romper. Porque una vez que entramos en el mundo de Yslaire, ya no podremos salir indemnes, siendo partícipes de un secreto, de un amor imposible en el que todos nos veremos envueltos como si estuviéramos malditos. Porque lo que aprenderemos en esta novela gráfica es que nadie es inocente de lo que siente, siempre es culpable.
Y así, como los cascos de los caballos que resuenan en un callejón, o como el viento que se retuerce entre las capas que nos protegen del frío, o si quieren, como la sangre que recorre las venas a punto de explotar, Sambre es una obra maestra, es algo maravilloso, es todo lo que yo hubiera querido escribir, pero a lo que no puedo ni acercarme.