Un cómic con el título de Satanás ya es para mí un poderoso reclamo. Tanto como para no importarme tirar al suelo sin contemplaciones el paquete con la docena de huevos que tenía en la mano para poder acariciar las suaves páginas de dicho tebeo, sin molestias que me distraigan, y sopesar si leerlo o no leerlo.
Si al título unimos que hay una trama de un sacerdote exorcista que se tira a una novieta y vive con remordimientos por ello, otra de un pintor que plasma sus visiones proféticas en sus lienzos, y otra en la que (y esta parte es real y conocida como la Masacre de Pozzetto) un veterano de Vietnam se carga a treinta personas en diferentes lugares de Bogotá, y que además el dibujo me gustó, pues ¿qué queréis que os diga? A la buchaca que se vino.
¿Y qué más decir? A las tres tramas ya mencionadas se añade la de una tomasera, una de esas mujeres que seduce a hombres en los bares y en un descuido les echa “droja en el Colacao” para que sus compinches les roben.
Todas estas historias se van desarrollando paralelamente, por separado, cruzándose de vez en cuando unos con otros, dedicando cada capítulo a uno de los protagonistas y alternándolos.
Todas van a tener un fondo de tristeza y desesperación, un ansia de querer escapar de su situación actual y del lugar en el que les ha tocado vivir, de querer prosperar. Algunos lo conseguirán y otros se hundirán más. Pero todos convergerán en un punto fatal sin retorno.
El dibujo está repleto de una oscuridad malsana, insalubre. Ya sea en paisajes nocturnos, lluviosos o con la escasa iluminación propia de los bares de copas, provoca una sensación de desconfianza y suciedad, como si quisieran reflejarse así las corrupciones o la bajeza moral de un país y de los actores de este drama.
Mención aparte es el dedicado a Campo Elías Delgado (el pirado de Vietnam obsesionado con la novela de Stevenson, El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde, y convencido de que en cada uno de nosotros habita, como mínimo, una dualidad: la de bien y el mal), que gráficamente tiene un trato especial al dedicarle una estética, en contraposición con los otros, esplendorosa y brillante en blanco y negro.
Por lo demás he de confesar que esperaba algo más de “satanismo”. Aparece una chica poseída muy parecida a “la guarra de tu hija” de El exorcista, pero donde realmente hace acto de presencia el diablo es solo metafóricamente en cada uno de nosotros y en la persona del exsoldado.
Satanás está basado en el libro de mismo título y es el mismo autor, Mario Mendoza, quien se encarga de guionizar su adaptación a las viñetas. El cómic se lee con facilidad y una curiosidad creciente porque intuimos que todo lo que se nos cuenta va a tener que confluir en algo, y que ese algo no va a ser bonito. Se nota. La atmósfera que nos han preparado Mendoza y Olano se respira, se hace densa y nos vaticina una tragedia.
En definitiva, un cómic muy recomendable con el que adentrarse en las vidas de unos personajes marginales, acosados por sus circunstancias personales y por las decisiones que han tomado, y que, al parecer, será el primero de una trilogía de Mario Mendoza titulada El fin de los tiempos.