Se ha ido D. Miguel
Hoy escribo con mucha pena.
Se nos ha ido un genio. Se ha muerto la humildad hecha literatura, y por primera vez en mi vida siento un nudo en la garganta por alguien que no es mío.
Con Miguel yo me sentaba a la buena sombra, en la tierra, con mi espalda apoyada contra el acogedor tronco de una encina. Abría las páginas de su libro y así era andorrero de campos limpios, llanos y soleados de Castilla.
Miguel tenía el don de transformar en oro la tierra, la bellota y al bellotero. Dibujó el Camino de la infancia en un pueblo travieso, nos mostró a los Santos que jugaban al escondite con los mochuelos entre cortijos y campos de espigas. Miguel era vino derramado sobre nuestra mesa, dándole calor a los manteles blancos donde convivía con el pan y con el potaje.
Ahora Miguel está allí arriba, sentado a la fresca en la estrella del arte, mientras ángeles descalzos y vestidos de arpillera, sueltan los aperos para echarse la siesta mientras él los mira y los dibuja en palabras.
Con su gorra visera bien calada, a la derecha de un Padre que comparte queso y vino con él, Miguel es un ángel viejo y cansado, que con pluma en una mano y papel en la otra, se encoge de alas mientras escribe cartas para su tierra y su gente.
Miguel se ha ido y yo le echaré de menos. Por que con él aprendí a leer y a escribir. Y porque sin él, la sencillez y la humildad de las palabras puras, se han quedado para siempre huérfanas en la literatura.
Comparto tu pena Francisco. Con Miguel descubrí la buena literatura (toda su obra), el buen cine (Los santos inocentes), y el teatro de calidad (Cinco horas con Mario), y me enseñó, como un buen maestro, a respetar el medio rural, y sobre todo que cuando uno quiere decir algo y no le dejan busca la formula para que no le callen.
Comparto tu pena Francisco, pero no olvidemos que su obre queda aquí para seguirnos acompañando, y acompañar a muchos que quizás, aún no han nacido…
Se ha ido un grande de la literatura española.