Semblanza 13: J. G. Ballard
Creo en el poder de la imaginación para rediseñar el mundo, para liberar la verdad que vive dentro nuestro, para contener la noche, para trascender a la muerte, para encantar a las autopistas, para congraciar a los pájaros, para ganarnos la confianza de los locos.
El texto pertenece al credo publicado por Ballard en las revistas Science Fiction e Interzone en 1984, el mismo año que el público mayoritario descubrió la existencia del escritor británico gracias a la versión cinematográfica de su novela El imperio del sol, basada en la propia experiencia infantil de Ballard durante el tiempo que estuvo encerrado con su familia en un campo de concentración japonés durante la Segunda Guerra Mundial. La novela no fue bien acogida por muchos de sus lectores más asiduos aunque para él llegó a significar la siempre ansiada estabilidad económica que en ese momento, con más de cincuenta años, aún no había alcanzado. Y lo que es más importante, la escritura de la novela supuso la culminación de un proceso de cuarenta años, el tiempo que el autor empleó en exteriorizar aquella experiencia que marcó su vida y su obra para siempre.
Nacido en 1930 en Shangai, James Graham Ballard vio cómo su vida cambiaba (pertenecía a una familia rica) al caer la ciudad en manos japonesas cuando él tenía 7 años. Al llegar a Inglaterra en 1946 sintió rechazo hacia una sociedad que le era ajena. Probó diferentes trabajos y empezó a estudiar medicina con la intención de ser psiquiatra, pero abandonó el empeño tras dos años (que le influyeron mucho, especialmente la anatomía y el psicoanálisis). O más bien derivó ese empeño hacia la literatura; no son pocos los que hablan de él como el escritor que mejor demostró la validez de la ficción como método de análisis político y sociológico, entre otras virtudes por su capacidad de expresar la deriva psíquica del ser humano. Se casó con una periodista y se fueron a vivir a Shepperton, un suburbio londinense en el que tuvieron tres hijos antes de que Mary, su mujer, muriera en España (Alicante) a causa de una infección. Ballard nunca se mudó de aquella casa en Shepperton, a pesar de que era un viajero asiduo, sobre todo de las costas españolas. Murió en 2009 por culpa de un cáncer. Al final de su último libro, la autobiografía Milagros de vida (Mondadori, 2008), confesó públicamente su enfermedad con un tono que bien podría intercambiarse por el característico tono frío y aséptico de muchos de los personajes que creó. Personajes que muestran el lúcido y visionario mundo interior del autor, como si de una autopsia se tratase.
[Haz click en “Leer más” para seguir leyendo la semblanza]
Son muy pocos los escritores que logran ampliar su influencia literaria hasta el punto de modificar el lenguaje (kafkiano, dantesco), en este caso gracias a la inspiración del adjetivo ballardiano. El Collins English Dictionary lo define así: que se parece o sugiere las condiciones descritas en los cuentos o novelas de Ballard, especialmente la modernidad distópica, los desoladores paisajes creados por el hombre y los efectos psicológicos del desarrollo tecnológico, social o ambiental. Estas obsesiones quedaron reflejadas en su obra (42 libros), compuesta tanto por cuentos como por novelas y ensayos. Entre los libros de cuentos podemos destacar Las voces del tiempo (1962, Minotauro, 1978), Playa terminal (1964, Minotauro, 2000) o Fiebre de guerra (1990, Berenice, 2008). Entre las novelas, citaremos Crash (1973, Minotauro, 2008), adaptada al cine por David Cronenberg en 1996, Compañía de sueños ilimitada (1979, DeBolsillo, 2009), Noches de cocaína (1996, Minotauro, 2003), ambientada en la costa del sol, o Super-Cannes (2000, Minotauro, 2002), situada en una ciudad-complejo formada por multinacionales y en donde se lleva a cabo un experimento con implicaciones criminales. La última novela que publicó Ballard fue Bienvenidos a Metro-Center (Minotauro, 2008). En cuanto a sus artículos y ensayos, destacaremos Guía del usuario para el nuevo milenio (1966, Minotauro, 2002), en la que se incluyen originales y provocadores textos sobre cine, ciencia o literatura, dando forma a un libro que le permite al lector hacerse una idea completa del universo ballardiano.
Para un buen número de críticos, Ballard se anticipó al futuro de manera sistemática. Dice Rodrigo Fresán, uno de sus mayores valedores en castellano, que la especialidad del autor británico era narrar el fin del mundo en cámara lenta, no hacía falta más que leer sus libros para saber cómo iba a ser el mundo. Y aporta Pablo Cappana: Cuando todos soñaban con la NASA, él anticipaba el fin de la era espacial e imaginaba el día que caerían las estaciones espaciales. Antes del posmodernismo, diseñó la utopía posmoderna de Vermilion Sands. Antes que los punks y el teatro de Kantor, afirmó que no hay futuro y escenificó desolados paisajes de basura y chatarra. Podemos situar a Ballard, como dice Vicente Luis Mora, a medio camino entre el modernismo y el posmodernismo, junto a Philip. K. Dick, en esa brecha que abre la percepción suspicaz sobre el entorno. Y si hablamos de ciencia ficción, su protagonismo y liderazgo es indiscutible, si bien no se relacionaba con otros autores y prefería clasificar sus libros como ficción predictiva.
¿Por qué leer a Ballard? Por muchas razones: porque su imagen del mundo es incómoda y reveladora, visionariamente crítica. Porque, como dice Fresán, fue uno de los que más y mejor nos abre los ojos. Porque para muchos lectores es uno de los escritores más importantes del siglo XX. Y hay más razones, pero pocas tan sencillas y complejas al mismo tiempo: para averiguar lo que es leer a Ballard.
Leo Mares
Interesante, leerlo parece ser toda una gama de profecías, de calidad y eso habrá que tenerlo en cuenta; felicitaciones por la semblanza!