El otro día le pegué una patada a una piedra y apareció un superhéroe. El caso es que no me extrañó ya que rara es la época del año en que en la cartelera de cine no haya alguna película de gente con mallas, pijamas coloridos o calzoncillos colocados en el orden equivocado. Si a series nos referimos la cosa se desmadra volviéndose en ocasiones una misión casi imposible (a no ser que confecciones un buen planning previo o te apellides Hunt) estar al día con todas las producciones de seres con poderes especiales. La saturación es tal que cuando aparece un producto nuevo con el tema superhéroes como cebo principal para atraer a lectores el recelo me invade. Vaya, más superhéroes… buf. Pasada esa desconfianza inicial, y como buen fan del tema, siempre acabo acercándome, no sin ciertas reservas. Bueno, pues parece que no está tan mal. Y en algunas ocasiones me maldigo por ser tan cauteloso con un género que desde niño me ha dado tantas alegrías. ¡Coño, pero qué bueno es esto de Black Hammer creado por Jeff Lemire!
Pero antes de que Jeff Lemire pariera su propio universo superheroico fue curtiéndose en series como Animal Man o Green Arrow, saltó de una editorial a otra, eliminando prejuicios, dando brío a series que contaban siempre lo mismo y renovando otras que se habían quedado ancladas en otras épocas. Y entonces en el año 2016 llegó Black Hammer: Orígenes Secretos. Un grupo de superhéroes que tras vencer en una batalla contra el Anti-Dios desparecieron del campo de batalla para reaparecer en una granja perdida en el culo del mundo. Allí se verían obligados a realizar una improvisada terapia familiar para que su desestructurado equipo funcionara. Excusa todo esto para conocer los orígenes de estos variopintos personajes que destilaban humanidad.
Ahora, gracias a la editorial Astiberri, nos llega Sherlock Frankenstein y La Legión del Mal (spin-off ubicado en el mismo universo) que nos cuenta la historia de Lucy: una niña que fue testigo de la desaparición de los superhéroes. Con el paso de los años, y ya convertida en periodista, irá tras las huellas de los desaparecidos con la única finalidad de encontrar a su padre: Black Hammer. Para ello deberá investigar a aquellos que en muchas ocasiones pasaron largos ratos con ellos: sus enemigos.
Jeff Lemire nos da un buen paseo por Spiral City a lomos de una historia que toma un poco de la novela de investigación clásica y la mezcla con el género superheroico (un grandioso homenaje a este género realmente) para mostrarnos los inicios de algunos de los villanos más cabronazos del universo. Villanos a los que llegaremos a compadecer e incluso entender al descubrir las truculentas, divertidas (Chut-Lou, su extraña familia y su hilarante origen que bien podría haber escrito Lovecraft) o dramáticas (Mectoplasma y su triste origen) formas en que pasaron de ser un ser humano normal a algo que la sociedad repudiaba. Al final de cada historia queda en el lector esa sensación de que cada uno hace lo que buenamente puede para subsistir.
¿Quién podía dibujar a tanto villano zumbado dándoles un toque clásico pero a la vez eliminando el pestazo a naftalina? Pues no podía ser otro que el hombre del cuero negro, el caballero del licor de café, el autor y dibujante natural de Ourense llamado (redoble de tambores) David Rubín. En Sherlock Frankenstein y La Legión del Mal David Rubín va de menos a más: empieza con unas primeras páginas lúgubres y de aspecto totalmente otoñal para ir poco a poco sumergiéndonos en un mundo de contrastes donde el neón rosado, el fuego rojizo y el verde botella resultan la atmósfera perfecta por la que discurrirán las maldades (o no) de los villanos de Spiral City.
Si de Spiral City tenemos que hablar no podemos olvidarnos de El Asilo Spiral para dementes criminales (claro homenaje al Asilo Arkham, ese lugar donde Batman siempre terminaba yendo para recabar información) pues algunas de las virguerías a las que nos tiene acostumbrados David Rubín acaecen aquí. ¿Qué podría haber mejor que un meticuloso plano secuencia con un travelling en espiral para seguir a la protagonista por las dependencias de El Asilo Spiral? Que éste terminara en una doble splash page que quita el hipo.
Aunque el final del cómic me resultó tan simple como descafeinado el trabajo realizado por David Rubín (diseños de personaje, la admiración hacia el noveno arte en general y a los cómics de superhéroes en particular vertido en cada página, en cada viñeta y en cada hermosa onomatopeya que se integra con el todo) equilibra la balanza para convertir a Sherlock Frankenstein y La Legión del Mal en un eslabón más de esa brillante cadena que Lemire empezó a construir en 2016.
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