Si hubiera sido por el título melodramático de esta novela, Si sufrir fuera sencillo, nunca me hubiese animado a leerla. Sin embargo, como a mí se me conquista más por la sinopsis que por el título o la portada, le eché un vistazo, a ver de qué iba. Y mi atención recayó en estas líneas: «… inspirada en la historia real del comandante americano Claude Eatherly, que realizó el vuelo de reconocimiento meteorológico sobre Hiroshima unas horas antes del bombardeo. Si sufrir fuera sencillo nos habla de los límites de la responsabilidad moral y la complejidad de las emociones humanas…».
Decisión tomada: ¡lo leería! Todo lo que tiene que ver con la Segunda Guerra Mundial me atrae, especialmente porque se llevaron a cabo infinidad de acciones donde se dejó de lado la responsabilidad moral, y mientras que de las barbaridades de los nazis se ha hablado muchísimo, hacía tiempo que quería saber más sobre el episodio de Hiroshima y Nagasaki. ¿Cómo se llegó a la conclusión de que matar a más de cien mil personas inocentes y condenar a la enfermedad a las generaciones venideras era lo mejor que se podía hacer por la humanidad?
Tanto me atrajo que este libro abordara aquel acontecimiento histórico, que ni siquiera me fijé en quién era la autora. Solo cuando lo tuve en mis manos y vi la fotografía, me dije «esta cara me suena». Se trata de Irene Lozano, que ha sido diputada por UPyD y PSOE. Y he aquí una nueva confesión: si cuando leí el título del libro me hubiese dado cuenta de que lo había escrito ella, lo más probable es que lo hubiera descartado. ¿Una política metida a escritora? ¡Uf! Prejuicios literarios, ni más ni menos. Pero como los prejuicios se quitan leyendo, abrí Si sufrir fuera sencillo, dispuesta a dejarme llevar solo por la historia.
Base Aeronaval de Rota, octubre de 1962. En plena crisis de los misiles en Cuba, los americanos destinados en el municipio gaditano andan intranquilos; en especial, Rick Bainfield (inspirado en Claude Eatherly), a quien la inminente guerra nuclear le reaviva los remordimientos que lleva soportando desde aquella mañana del 6 agosto de 1945. También trabaja en Rota la inglesa Samantha Porter, como traductora. Aunque esa no es su verdadera identidad: es española y huyó del país durante la guerra civil, siendo todavía una niña; ahora ha regresado para descubrir qué fue de su padre.
Rick Bainfield se siente culpable por haber participado en el ataque nuclear a Hiroshima y, sin embargo, todo el mundo lo considera inocente, un héroe estadounidense. Y Samantha Porter nunca ha hecho mal a nadie, pero si supieran de quién es hija, España la consideraría un peligro, culpable de desafección a la patria. Ambos se encuentran en ese octubre de 1962 y el amor que surge entre ellos los ayudará a cerrar las cicatrices del pasado. Pero viven en una sociedad hipócrita y puritana que considerará su relación indecente, y los perseguirá por ello.
Si sufrir fuera sencillo es, sobre todo, una historia de amor, y eso me ha decepcionado un poco, porque los elementos de la novela que más me atraían solo sirven para caracterizar a los personajes y contextualizar por qué su relación no es posible. No obstante, se abordan muchas ideas interesantes: por qué a los seres humanos nos afecta más la muerte de una sola persona que la de cientos, el trastorno por estrés postraumático que padecen muchos de los soldados que participan en los conflictos bélicos o el hecho de que los internen como locos cuando precisamente ese dolor que los atormenta demuestra que son los más cuerdos, los más humanos. Otra de las virtudes de esta novela es el retrato costumbrista de la vida en Rota durante aquellos años, cuando los españoles que aún trataban de levantar cabeza tras la guerra se toparon con las modernidades que trajeron los americanos.
Me he quedado con las ganas de que se recreara más en esa ambientación, pues es un periodo de nuestra historia que apenas ha sido explotado, y de que profundizara en los temas psicológicos y filosóficos que esboza, ya que en los medios suelen estar silenciados. Sin embargo, solo por el hecho de mencionarlos, de suscitar esos dilemas morales en los lectores, me alegro de haber leído Si sufrir fuera sencillo, de Irene Lozano. Porque cualquier libro que nos haga plantearnos nuestra responsabilidad moral merece la pena.
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