Reseña del libro “Siempre de paso”, de Miguel Barrero
Lo único que sabía de Siempre de paso para querer leerlo era que hablaba de viajes y literatura. No conocía a Miguel Barrero, pero en las primeras páginas ya me enteré de que es promotor cultural, novelista, ensayista y colaborador de revistas como Zenda, de cuya columna toma el nombre este libro, pues recopila sus artículos más significativos, además de otros publicados en Jot Down, Qué leer, el suplemento Cultura/s de La Vanguardia, Asturias24, CTXT, El Súmmum y Librújula. El nexo de todos los seleccionados es que cuentan «el modo en que la literatura —y sus alrededores— se deja influir por los lugares en los que surge, o de los que emana, y cómo estos, a su vez, se impregnan de la visión que desprende aquella para incorporarla a su idiosincrasia».
Con Miguel Barrero visitamos el hotel Quintana, en Conllioure, donde pasó sus últimos días Antonio Machado; recorremos Oviedo haciendo parada en los lugares emblemáticos de La Regenta de Clarín y conocemos la universidad de Salamanca, que inspiró a José de Espronceda.
Nos adentramos en cementerios como los de Orense o Zamora, donde yacen muertos ilustres, y descubrimos el encanto de León, Soria o Madrid, a la que que dedica una carta que merece ser enmarcada.
Conocemos historias tan variadas como las múltiples versiones sobre la procedencia e identidad de los Reyes Magos; la del hombre que trató de descubrir dónde estaba el cuerpo de Federico García Lorca; la del peculiar señor francés que inspiró a Dan Brown para escribir El código Da Vinci o cómo nació la pasión de Hemingway por los Sanfermines.
Nos sorprendemos con las alocadas normas de la Orden de Toledo, creada por Buñuel; con todo lo que tuvo que soportar doña Rosalía de Castro y con el final de Ramón María del Valle-Inclán, tan esperpéntico que hasta se dice que es leyenda.
En Siempre de paso también cruzamos el charco para pasear por Paraguay, el país que parece no importarle a nadie, y por ciudades como Buenos Aires, Cartagena de Indias y Montevideo, de la mano de nuestro guía turístico, Miguel Barrero, que huye de los tópicos y nos desgrana sus esencias.
Esta enumeración de artículos es solo una muestra de lo que encontramos en Siempre de paso, un tour que hará las delicias de cualquier letraherido. Encima, está repleto de guiños literarios, que reconoceremos si hemos leído las obras o que querremos conocer posteriormente por todo los que el autor nos evoca al hablarnos de los autores y de sus vidas. Pero el libro no solo merece la pena por ser un compendio de curiosidades, sino porque Miguel Barrero las narra con tal belleza que no descarto la relectura para embelesarme de nuevo con su prosa. Me ha fascinado tanto o más que las historias, que ya es decir.
Los seguidores de las columnas de Miguel Barrero tienen aquí una recopilación maravillosa. Y los que, como yo, no lo conocieran aún disponen de una gran oportunidad con Siempre de paso. A mí ya me ha ganado y estoy dispuesta a comprar el billete de cualquier viaje literario que nos ofrezca próximamente.