Siempre es una alegría que nazca una editorial que apuesta por nuevas voces literarias. Es el caso Boria Ediciones, que publica su tercera obra, Sin remedios, de Óscar León Martín.
En su primera incursión en la narrativa, tras su andadura poética, Óscar León Martín ha sido ambicioso, jugando a dos bandas con el tiempo y el espacio. Por un lado, se centra en la historia de Remedios Antón en Valladolid, durante la dictadura franquista, y su carrera profesional como médica en Cartagena, a partir de la transición española. Por otro lado, nos cuenta la vida de Martín San José, un profesor vallisoletano de Geografía e Historia destinado en Granada en los últimos años de los 90 y principios de los 2000. A través de las vivencias de estos protagonistas y del resto de personajes de esta novela coral, Sin remedios retrata dos Españas apenas separadas por cincuenta años, pero totalmente opuestas, como simbolizan el odio y la represión sexual tan presentes en la vida de Remedios y el disfrute desprejuiciado del sexo en la vida de Martín.
Se nota que el autor comparte profesión con su protagonista, ya que hechos y personajes históricos se entrelazan continuamente en la trama, aunque recurra a la fabulación para rellenar los huecos que dejó la historia. La descripción de las calles y las costumbres y el relato de curiosidades y leyendas de Valladolid, Cartagena o Granada sirven para que el lector se enamore de esos lugares y se reconozca, a sí mismo y a sus padres y abuelos, en las páginas de esta novela. Porque Sin remedios es un cruce de caminos de personas que vivieron una guerra civil y casi cuarenta años de dictadura y de sus descendientes, a quienes muchas veces les siguen las sombras de lo acontecido en aquellos aciagos años. Vidas de gente corriente, a las que unas veces sus decisiones y otras, las circunstancias, marcan su destino sin remedio.
Reconozco que la saga de las Remedios, con Remedios Antón a la cabeza, me ha conquistado, quizá por mi predilección por las historias que recrean el costumbrismo de épocas pasadas; pero no he llegado a conectar con la parte de Martín San José, tal vez por la abundancia de escenas de sexo explícito que no ayudaban a avanzar la trama. Eso, junto a haber pasado de puntillas sobre la clave que une ambas historias, me parecen las principales flaquezas de Sin remedios. Pero es que pedir una novela redonda en un debut literario tampoco es justo. Óscar León Martín me ha demostrado que tiene tablas y mucho que decir, y con eso me basta para no perderle la pista.
Es evidente que ha dejado mucho de sí en esta novela: de vivencias propias y de allegados, de sus pasiones y de sus inquietudes. Probablemente, Sin remedios no vaya a ser su mejor obra —lo cual es una buena señal, pues significará que crecerá como escritor en sus siguientes publicaciones—, pero me atrevo a afirmar que sí será la más sincera. Para mí, los escritores dejan su verdadera alma en su primer libro, y es una suerte que aún haya editoriales como Boria Ediciones que se atrevan a mostrárnoslas.
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