Hay un pasaje en La zona de interés de Martin Amis en que uno de sus tres protagonistas, Szmul, un judío que colabora con el nazismo, toma la palabra y dice: “Un héroe, por supuesto, escaparía para contarlo al mundo. Pero yo tengo la sensación de que el mundo lo sabe ya desde hace tiempo”. Aquello me sonó a otra historia la primera vez que lo leí. A otras muchas, en realidad, aunque en ese momento solo pensara en una.
Ahora, tiempo después, sucede que, mientras leía Siria, el país de las almas rotas, aquellas palabras volvieron a mi cabeza. En esta ocasión el que hablaba era alguien de carne y hueso. Abu Sufian, uno de los organizadores de las protestas de Baba Amr, que, en alusión a la catástrofe de Hama de 1982, cuyo crimen tardó meses en conocerse, reclamaba la importancia de documentarlo todo. “Que esta vez el mundo sí sepa que nos están matando”. Esto ocurría en las primeras páginas del libro, los primeros meses de la revolución, cuando los periodistas eran un aliado más en aquel movimiento que clamaba por una democracia real con mayores derechos y libertades. Cinco años después, posiblemente mucho antes en verdad, los sirios habrían de llegar a la misma conclusión que Szmul. Lo cierto es que, como afirmaba aquel, la cruel realidad era que el mundo ya lo sabía desde hacía tiempo.
Así las cosas, con aquel mismo afán, el de que esta vez –que todas las veces, de hecho– se sepa, Mónica G. Prieto y Javier Espinosa tratan de arrojar luz en Siria, el país de las almas rotas a uno de los conflictos más oscuros, y desde luego complejos, de la historia contemporánea. No se puede decir que no supiéramos. O que no nos lo contaran. En un excelente ejercicio que va desde un breve repaso al régimen, los inicios de las revueltas o la implacable represión de Al Asad hasta la irrupción del extremismo en territorio sirio, los periodistas, ambos conocidos por su trayectoria profesional, desgranan a lo largo de algo más de cuatrocientas páginas cómo las fauces del radicalismo islamista terminaron por engullir el idealismo revolucionario.
A los que les duele Siria, como a una servidora, este libro les romperá un poco más el alma si cabe. A cachitos y por historias. Con una prosa demoledora y adictiva que, a ratos, la mayoría de ellos, se te enrosca en el estómago, lo cierto es que el recorrido que ambos iniciaran, allá por el año 2011, a partir del cual viajarían en diversas ocasiones a lo largo del país sirio, arriesgando su integridad, y que concluyera con el secuestro y puesta en libertad del propio Espinosa, es una magistral lección de periodismo y de corresponsalía de guerra. También de honestidad. Sin apartarse nunca del rigor de su oficio, conocedores del terreno y de las costumbres árabes, con un tono profundamente respetuoso, evocador y descriptivo, y un afán informativo, ambos construyen una visión completa e íntegra del conflicto sirio, en una voz que se aúna, y cuya narración va avanzando irreversiblemente a través de sus páginas hacia la desesperanzadora situación actual.
Ahora bien, aunque necesario y altamente recomendable para comprender la situación real del país árabe, no es fácil leer Siria, el país de las almas rotas, al que seguirá La semilla del odio. De vez en cuando, hay que parar en medio de esa vorágine que te arrastra al fondo de las entrañas del infierno, por sus miserias, sus heridas y su brutalidad desmedida, para tomar algo de aire. Después lo que queda es el vacío. El vacío y esa impotente sensación de saber lo que el mundo sabía, y sabe, cuando decidió mirar hacia otro lado. Quizás entonces sí hubiera merecido la pena.