El sistema nervioso es una fábrica de calambres. Recibe estímulos externos o internos, algo de corriente venida no se sabe de dónde, los procesa, traslada la información a lo largo y ancho del organismo mediante impulsos eléctricos. Lo dicho, una fábrica de calambres, minúsculos chispazos que se mueven continuamente y bombardean nuestras estructuras desde la punta del pie al cuero cabelludo. Pican y se van, duelen un momento y siguen su camino, encienden la luz y al instante la apagan.
Así también es el último libro de Lina Meruane. Una infinita sucesión de chispazos. Píldoras, latigazos, una maraña de fragmentos que no sobrepasan la página de longitud y que no necesariamente se suceden cronológica ni argumentalmente, pero que puestos en fila de la primera hasta la última página forman esta madeja que ha dado en titular Sistema nervioso.
Ella, que es como se llama la protagonista, trata de terminar en una gran ciudad extranjera su tesis doctoral en astronomía, algo que lleva posponiendo años mientras se deja llevar por un trabajo mal pagado como profesora de universidad de segunda categoría y una relación de la que solo quedan algunas brasas con un antropólogo forense, Él. Al principio del libro desea caer enferma, una enfermedad leve, pero que la obligue a permanecer en casa los meses suficientes como para finalizar su tesis. Tal y como le advierte él (Él), el manido “ten cuidado con lo que deseas” se ceba con ella (Ella) y pronto se encuentra aquejada de dolor en un brazo, sensación de ardor y hormigueo en los dedos. Algo neurológico, quizá, pero sin un diagnóstico claro, lo que la hace rondar de un especialista a otro mientras su padre, jubilado de la medicina, le imparte consignas al teléfono. En este trayecto hasta dar con las causas o hundirse del todo en la desesperación, Ella va haciendo incursiones en su propio pasado, reconstruye la historia entera de su familia a través de las dolencias de los más cercanos e incluso se asoma al precipicio de su relación de la misma manera. La enfermedad de la Madre en la Hija, la de Él en Ella, la dedicación del Padre a las enfermedades como enfermedad propia e infección del pasado que se transmite al presente.
Muchas cosas en Sistema nervioso recuerdan a Sangre en el ojo, la anterior novela de Meruane, aparte de la importancia capital de lo físico en el relato. Una protagonista femenina que amanece el libro enferma, lejos de casa. Una casa que es un país entero que habla un idioma diferente al país en el que se encuentra, y que es al mismo tiempo casa como refugio de las llamas y casa como ataúd en el que morir de asfixia. Está también esa falta de conexión con el mundo, ese sentirse ajena, incomprendida, un poco lost in translation. Y hay también toneladas de culpa en Ella, sobre todo derivadas del hecho de haber escogido, para disgusto paterno, una carrera muy alejada de la medicina.
El estilo de Sistema nervioso, sin embargo, es más rabioso, nervudo y da menos respiro, lo que lleva a algunos momentos en los que se pierde el aliento, desbordado por la multitud de fragmentos sin tregua. Para algunos este libro será un ejercicio de tensión narrativa milagrosamente sostenido que culmina en un estallido coherente. Me temo que, para otros, una manera como cualquier otra de sobrecargar y complicar la lectura hasta hacer que se fundan los plomos. Yo, personalmente, me inclino más hacia el bando de los primeros porque, una vez leído, todas las pequeñas bombillas que ha ido dejando encendidas el texto han terminado formando en mi cabeza una constelación brillante cuya impresión no desaparece si cierro los ojos.
me ha recordado el título a tu celebrada “noches de terremotos sensoriales”