«Las maravillosas fotografías de este libro, realizadas por Steve McCurry en muchos países y a lo largo de varias décadas, son la prueba visual de buena parte de lo que he escrito: la compostura del lector, la mirada luminosa, el concepto de soledad, la posición relajada, la singularidad del esfuerzo, la sensación del descubrimiento y la insinuación de la alegría».
Con estas palabras termina Paul Theroux el prólogo al exquisito libro del que hablo hoy: Sobre la lectura, de Steve McCurry. Paul Theroux, aclamado escritor de novelas y libros de viajes, nos regala una oda a los libros en unas primeras páginas que serán las únicas contenedoras de palabras, porque a partir del prólogo todo son mágicas e inolvidables fotografías. Coloco como uno de los mejores libros que he leído en este año uno que no tiene palabras pero que, de igual forma, cuenta historias. ¿Quién me lo iba a decir? A través de las fotografías tomadas por Steve McCurry, viajamos alrededor del mundo de la mano de lectores. Niños y adultos, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, blancos, negros, pobres, ricos, altos o bajos, e incluso humanos o no humanos. Todo en Sobre la lectura orbita alrededor del libro como objeto generador de mundos. En todas las fotografías veremos una mirada posada en las páginas de un libro.
Como aquella famosa frase que defiende que «una persona leyendo un libro que te gusta es un libro recomendándote a una persona», aquí, todo son recomendaciones de personas, personas de todo el mundo, el mundo en sí nos es recomendado. De esta forma, Steve McCurry consigue que a través de la defensa de la lectura el mundo se una y demuestre la base de humanidad que todos contenemos. Sin importar la raza, el género o la edad, aquí lo importante es comprender que existe un lenguaje que todos hablamos, que todos compartimos y que nos hace uno: el lenguaje de los libros.
¿Qué hay más maravilloso que ver a un niño leyendo? Ver a todo el mundo leyendo. Esculturas, perros, monjes, ancianos, tullidos, turistas, alumnos, escritores, parejas, viajeros, empresarios. En la montaña, en la calle, en el coche, en un parque, en un avión, en el suelo, en voz alta, en grupo, en clase, en el bar, en la montaña,… pero siempre la creación del hilo solitario que une al lector con su libro a través de la mirada. Dicen que no hay nada como perderse en la mirada de otro. Sí lo hay, perderse en la mirada de un libro. Y perderse en este es encontrarse para siempre.