¿Cuál es el peor crimen que puede cometerse? ¿Ante qué tipo de violencias cerramos nuestros ojos y nuestras mentes, ávidas de información, requieren de un botón de apagado? Los niños, con su ingenuidad, son las víctimas perfectas cuando se trata de describir la naturaleza humana más oscura que hay. Observamos, intentamos entender, buscamos explicaciones para que nuestra mente racional pueda entender algo que se escapa de la razón y se acerca a un universo en el que nadie quiere entrar. La infancia. Una edad que debiera permanecer inalterable, pero que en ocasiones termina por convertirse en un pozo negro de donde salen todo tipo de monstruos. Soles negros empieza con un crimen atroz, con una imagen que muchos quisiéramos olvidar de nuestras retinas, para hacernos partícipes, poco tiempo después, de cómo una época marcó la existencia y la muerte de muchos niños, de otros tantos adultos, y de un país que podría haber salido de sí mismo pero se replegó en la dictadura y el silencio. Una historia que nos lleva a otro tiempo, a uno que no se olvida nunca, y que significó para muchos el principio del fin del simple hecho de vivir en libertad.
El cuerpo de una pequeña aparece en las inmediaciones de una finca. No se sabe nada de ella, y Arturo, policía en la época franquista, empezará a investigar quién ha podido arrebatar la vida a la pequeña, mientras tiene que hacer frente a una época tan oscura como un sol que quiere abrasarlo todo a su paso.
No tengo antecedentes de lo que Ignacio del Valle haya hecho hasta la fecha. De hecho, cuando llegó Soles negros a mis manos no quise enterarme de absolutamente nada de lo que me iba a proponer el autor. ¿Por qué? Estoy cansado de tener una idea preconcebida de lo que voy a empezar a leer. Por eso, y aunque una historia ambientada en la época franquista tiende a hacerme salir huyendo, abrí la primera página y quise ver si lo que me había llegado de oídas era cierto. Y resulta que lo fue. El autor envuelve a la perfección al lector en un contexto opresor, y nos presenta a un personaje como Arturo, en continuo conflicto, mientras a su alrededor se van desplegando todas las sombras que rodean a los sospechosos, e incluso a los que no lo son, de haber cometido el crimen que nos ocupa. Poco importará que uno sea el culpable, ya que en aquella época todos lo eran por algo, por acciones o huidas, por silencios o palabras a destiempo, por amar o simplemente odiar. Y es precisamente ese aspecto, alejado del apartado más clásico de la novela policíaca, donde se encuentra la importancia, lo bien hilado, argumentado, construido, de esta obra.
Aquellos que interpreten la novela negra como un género donde prima la acción frente a la reflexión, es muy probable que no encuentren lo que están buscando. Sin embargo, aquellos que quieran disfrutar de una novela que se convierte en un documental perfecto de una época, estarán de enhorabuena porque con Soles negros el autor consigue meternos de lleno en un tiempo tan cercano como presto a querer ser olvidado. Ignacio del Valle entretiene, enseña, muestra, y desliza entre las páginas uno de los crímenes más atroces para cada uno de nosotros, en un cuadro que se mueve frenético mientras a nuestro alrededor se encienden las luces de la traición, de la política, de la burocracia, del juego con la infancia, del dolor y la sangre, ese líquido rojo que termina por mancharlo siempre todo. Una novela a caballo entre el crimen y la Historia, que recorre la España profunda y las capitales que marcaron una época y que destruyeron el significado que tenían los conceptos de ser libre, de vivir, y de simplemente poder respirar, cuando miraras donde miraras las moscas estaban necesitadas de carne fresca.