Hay libros destinados a encontrarte en determinadas etapas de tu vida. Palabras que te ayudan a encontrarte de nuevo contigo mismo cuando te sientes perdido, cuando sientes que falta una parte de ti que temes no volver a recuperar. Nunca pensé que esta novela pertenecería a este grupo, pero cuando comencé a leer supe que me ayudaría a afrontar todos los monstruos que necesitaba vencer. Todos esos sentimientos con los que a veces no te quieres encontrar por miedo a sufrir.
Y sobre esto, precisamente, sabe mucho el protagonista de esta historia: Griffin. Un joven que acaba de perder a su primer novio, Theo, del que sigue enamorado desde su ruptura. Reconozco que, explicado así, no parece un libro que motive demasiado a leerlo. La tristeza no es algo que nos atraiga y menos en esta época vacacional. Pero lo cierto es que este libro no es tan triste como parece. Y más que un libro sobre la muerte y cómo enfrentarnos a la pérdida, es una novela que trata de la vida. De cómo aferrarnos a ello, incluso en las circunstancias más duras. Quizás es esto lo que más me gustó de ella.
Pero también cómo, aunque sea una lectura juvenil, trata todos estos profundos temas: con respeto y desde un punto de vista adulto y maduro. Solo quedó nuestra historia alterna entre el pasado (cómo se desarrolla la relación de amor entre Griffin y Theo desde sus comienzos) y el presente (cómo Griffin lidia con la muerte de Theo y comparte su sufrimiento con el novio actual de este) y esto hace que conozcamos todos los puntos de la historia de nuestros protagonistas. Y me hizo pensar en el primer amor, en la intensidad con la que vivíamos todo y en lo mal que lo pasamos cuando se acaba. Como si se acabara una etapa de nuestras vidas que nos arrebata parte de lo que somos. Por eso no es difícil empatizar con el protagonista y vivir su dolor y sus recuerdos casi en primera persona, como si fuera algo propio.
Este es un elemento que añade realismo a la historia y que hace que el lector se acerque más a los personajes y se identifique con las situaciones y emociones por las que estos pasan. He de admitir que esto es lo que más me gusta de los libros que merecen la pena, que te sientes identificado y descubres cosas de ti mismo que ni siquiera sabías que estaban ahí. Incluso descubres que no te sientes tan solo como pensabas, que compartes ese sufrimiento con alguien y que ese alguien te comprende. Y quizás aún mejor que ti mismo en determinados momentos.
Adam Silvera crea una historia de amor increíblemente narrada, en la que se puede ver un claro desarrollo de todos sus personajes. Una historia madura, que no solo trata el tema de la pérdida, el desamor o la muerte, sino que también nos enseña cómo mostrar nuestras vulnerabilidades sin miedo a que nos juzguen y a amar la vida, ya que no sabemos cuándo va a ser nuestro último día. A amar a las personas que nos han hecho lo que somos. Y también a esas personas que nunca pensábamos que nos iban a apoyar y en quién nos íbamos a ver reflejados, como es el caso de Griffin con Jackson, el que era el actual novio de Theo.
Solo quedó nuestra historia es una novela que me ha sorprendido, que me ha hecho recordar el primer amor y con la que debo admitir que me he emocionado en muchísimas ocasiones. Hasta llegar al punto de llorar con algunos capítulos. Es difícil no haber vivido muchas de las cosas que sufren los protagonistas, y al revivirlas, sientes el mismo dolor que ellos sienten. Me ha encantado cómo Silvera ha sabido plasmarlo en palabras a lo largo de todas las páginas de este libro y cómo me ha enamorado a mí también. Estoy segura de que leeré más libros de este autor.
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