Solos, de Paloma Bravo

solos

Las dudas asaltan a cada instante. Bien sea porque no paramos de preguntarnos o porque esta vida es lo suficientemente caótica que invita a ello, lo cierto es que vivimos en un concepto de duda constante. Nos cuestionamos a nosotros mismos, a los demás, convertimos un simple detalle en toda una historia que nos viene bien a nosotros, para ser más reales, o incluso más ficticios, lo mismo da, pero en el fondo no deja de ser una invención ideada para que nuestra mente pueda decir: “¿ves?, yo tenía razón”. Mensajes contradictorios, un ir y venir de sensaciones, el sentimiento de soledad que a veces atraviesa el cuerpo, el amor que buscamos sin piedad, o el simple reconocimiento frente a un espejo que no es el del baño sino el de la vida misma. Paloma Bravo podría haber escrito una historia amable, una de esas obras en las que unos amigos se reúnen y empiezan a hacer balance de su vida, cerrándolo todo con un final tan feliz como almibarado para aquellas personas que necesiten encontrar en los libros un cierre de oro a una vida de mierda. Pero ella no lo hace así, porque eso no sería real, no sería verdad, siempre y cuando la verdad exista. Y es que, aunque lo cierto duela, aunque a veces sea cruel, aunque en ocasiones el eterno retorno a esas ideas imaginarias se ejecute con toda la mala leche de la que es capaz, al menos habremos sentido algo y no permaneceremos anestesiados.

Javi y Elena son pareja. No una pareja perfecta, pero es que eso hace tiempo que dejó de existir. Ana y Tomás son dos amigos que se entienden muy bien, pero que no son pareja porque no pueden serlo. Los cuatro se juntarán una noche para dilucidar, entre comida, bebida y algún que otro porro de maría, si las verdades son tan duras que no puedan aceptarlas.

Echo en falta lo real. Echo de menos, de un tiempo a esta parte, que las novelas cuenten lo que sucede realmente y que no se pierdan en vericuetos imaginarios donde las parejas se quieren sin condiciones y donde no aparezca el miedo a quedarse solo. ¿Quién no ha sentido clavársele el aguijón de la soledad alguna vez en su vida? Yo, sin ir más lejos, he podido vivir en mis carnes, y no hace mucho, ese sentimiento que agota y casi deja sin respiración. Quizás por eso decidí escoger Solos como mi siguiente lectura. Por eso y porque Paloma Bravo ya me gustó en La piel de Mica como autora. ¿Qué nos cuenta, por tanto, esta obra? La vida de cuatro personas que, dentro de su infelicidad, recurren a los mecanismos de defensa para poder sobrellevar lo que les sucede. Miedos, silencios, angustias, amores perdidos, reflejos encontrado, palabras que curan, o que reabren heridas, vidas paralelas que se esconden, o que no lo hacen en absoluto, pero se convierten en lo que vivimos. Todo eso se esconde tras esa portada de dos personas que se miran sin verse, sin respirar el mismo aire viciado que, por las calles de cualquier ciudad, se mete en nuestros pulmones y termina por convertirnos en los mismos seres ansiosos por sentir. Porque, si uno quisiera hacer un resumen de lo que aquí se cuenta, no dejaría de ser eso mismo: la necesidad de sentir que estamos vivos, que nos sentimos vivos.

Quisiera pensar que nada es lo que parece. Que a veces la vida es una mierda, eso es cierto, pero que merece muchísimo la pena. Solos invita a conocernos, a no escondernos, a mirarnos en la retina del otro e incluso detenernos y mirar en el espejo que lo que te devuelve es realmente lo que quieres. Porque, ¿qué somos sino un cúmulo de contratiempos y sensaciones que a veces se olvidan? Paloma Bravo nos conduce por una senda que a veces olvidamos: la de nuestra propia existencia.

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