William Shakespeare. La reseña podría limitarse a esas dos palabras porque, en realidad, ninguno de nosotros necesita nada más para releer los Sonetos del bardo inglés. William Shakespeare. Pero como ante los clásicos sufro de una especial verborrea, me explayaré algunos párrafos más con mis impresiones sobre uno de los mejores poemarios que se han escrito.
En la introducción a esta edición de los Sonetos, dice William Ospina, su taductor, que el libro cuenta una historia de amor, desde la fascinación del inicio hasta los reproches finales. Y así es, con versos como los que siguen el poeta nos habla de su admiración, real o imaginaria, eso qué importa, por el ser amado: “mientras respire el hombre, y el ojo abarque y mida / vivirán estos versos, y te darán la vida”. Más tarde llega la dicha, podemos suponer que el amado le corresponde: “feliz por tanto yo, que amo y soy amado / por quien no ha de cambiarme ni puede ser cambiado”. Luego, como no, la felicidad da paso a las dudas, peleas y rupturas: “te tuve, como un sueño decidido a adularme, / y fui rey en mis sueños, y nada al despertarme”. A las reconciliaciones: “que ahora mismo tu ofensa en deuda se concluya / y si la mía te absuelve, que me absuelva la tuya”. Y, finalmente, a los reproches: “mientras por ti vigilo, tú estás en algún lado, / lejos de mí, y de otros muy cerca, demasiado”.
Como cualquier historia de amor clásica (y literaria), la primera parte del libro de Sonetos de William Shakespeare responde al patrón establecido de enamoramiento-dicha-traición-reconciliación(es)-traición(es)-ruptura. Un modelo no demasiado sano para establecer en nuestras relaciones personales, pero que leído queda muy pero que muy bien. Y, sí, ya sé lo que todos os estáis preguntando. Shakespeare (o su yo poético) se enamora pero, ¿de quién?
Al parecer los Sonetos están dirigidos a tres personajes, el Fair Youth o el joven de los primeros poemas con el que la voz lírica va fraguando una relación cada vez más estrecha; la Dark Lady, que presenta un amor físico y apasionado, totalmente opuesta a las mujeres angelicales y los amores platónicos de la poesía de la época; y el Rival Poet, o el poeta rival al que Shakespeare se enfrenta en algunos de los sonetos centrales.
La primera parte, y más extensa, está dirigida al joven, con el que se entiende que la voz poética tiene una relación platónica. O no tan platónica, en el soneto 20 le dice directamente: “y para mujer fuiste tú creado; / mas la naturaleza vino con sus desmanes / y con sus adiciones en ti me ha defraudado / añadiendo una cosa que no sirve a mis planes”.
La segunda parte la conforman unos treinta poemas dirigidos a la Dark Lady, una figura peligrosa, terrenal y fiera que trae de cabeza a la voz poética. Precisamente uno de mi poemas preferidos de los recogidos en los Sonetos va dirigido a ella y es una parodia, punto por punto, de los sonetos, todos iguales, con los que en la época se alababa a la dama. Como todos recordaréis, en esos poemas la dama tenía el cabello como el oro, la piel era nieve, los labios coral. Pues la dama de Shakespeare no cumple con ninguno de esos requisitos. Y sea juego poético o realidad, la descripción de esta figura tan diferente a las demás siempre me hace sonreír. Os dejo aquí los primeros versos:
Los ojos de mi amada al sol no se parecen,
El coral es más rojo que sus labios maduros:
Son negros esos hilos que en su cabeza crecen,
Y si la nieve es blanca, sus senos son oscuros.
Quiero hablaros de dos cosas más antes de cerrar la reseña. La primera es la traducción. Porque todas estas citas que acabáis de leer no las escribió Shakespeare, sino William Ospina, que ha adaptado las palabras del poeta inglés a nuestra lengua en esta versión sencilla, directa y clara. A mi parecer, es una versión perfecta para leer despacio, disfrutando de la edición bilingüe de Navona y saltando del original a la traducción con facilidad y sin trabas. Traducir poesía, y además con estructuras tan fijas como el soneto, me parece uno de los retos más difíciles que se le puede presentar a un escritor. Y William Ospina lo borda.
Y la segunda es la editorial, Navona. No puedo irme sin hablaros de la edición del libro como objeto, del lujo que es tener estos Sonetos en la mano e ir pasando páginas antes de acostarte. Cubierta de tela de un intenso color granate, marca páginas interior de raso, pliegues cosidos y no encolados. Es un libro hecho para durar, para leer y releer, para consultar un verso y acabar leyendo quince sonetos, para olvidar que existe y redescubrirlo un día en la estantería. Y también, como no, para regalar.
William Shakespeare. Como decía arriba, es mi argumento más poderoso para recomendaros este libro. El poeta se vende solo. Y, si además viene con una traducción y edición como la que presenta Navona, releer los Sonetos es un auténtico lujo.
Wulluam Ospina es uno de los grandes escritores de la lengua española, conocedor como pocos de los arcanos de los siglos XV y XVI en Iberoamérica, conocimiento que le ha valido escribir una trilogía de novelas sobre el encuentro entre las culturas del Viejo y Nuevo Mundo en clave de sangre, sudor y lágrimas, trilogía de una plenitud fabuladora y una hermosura estílistica que lo coloca en la proa de cualquier nave literaria a lah ora de los tiempos desde Cervantes a García Márquez. Así las cosas, no es extraño que ahora traiha a Shakespeare con el lujo del alma que los sonetos de aquel merecen. Enhorabuena para el libro y para Navona.
¡Gracias por tu comentario, Eugenio! Y sí, enhorabuena al traductor y a la editorial por traernos este tesoro.