No entiendo los universos paralelos, pero los disfruto. Llamadme carca, llamadme desastre, pero cada vez que alguna de las grandes industrias del cómic saca un tomo con un personaje que en realidad es una versión alternativa de lo que ya conocemos, en una tierra que es a su vez, otra versión alternativa de lo que ya conocemos, cambiando todo lo que ya sabíamos para introducir algún detalle más o menos novedoso, yo me pierdo. Y la paradoja es que lo disfruto. Supongo que porque mi cerebro hace tabula rasa y decide meterse de lleno en la historia sin pensar en lo que ya ha leído hasta el momento. ¿Virtud o defecto? No lo sé, en cualquier caso, eso es lo que me ha permitido leer Spider-Gwen sin la necesidad imperiosa de compararlo a cada instante con Spiderman aunque ambas compartan el núcleo central sólo que con los papeles cambiados. Un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Aquellos que ya conociéramos las historias del arácnido más famoso del mundo de los cómics entenderemos las referencias, aquellos que se metan de lleno en esta historia de jóvenes que tienen que hacer frente a su madurez mientras salvan a su ciudad una vez tras otra, es posible que les parezca demasiado infantil, una lectura más destinada al público adolescente que a uno adulto, y tendrán razón ya que sus formas hacen que lo identifiquemos con esa franja de edad de la que parece que todos renegamos. Pero eh, ¿quién os dice que no podéis encontrar en una lectura así algo interesante?
No esperaba gran cosa de Spider-Gwen. ¿Por qué, entonces, te pusiste a leerlo?, os preguntaréis. Pues porque yo soy así, me va la marcha y, además, después de unas cuantas lecturas este año decidí dejar atrás ciertos prejuicios y meterme de lleno en obras que, en un principio, no me llamaran especialmente la atención. La historia de Jason Latour no es la más original, eso hay que admitirlo. Pero aunque las referencias a lo que ya conocemos de los personajes sean constantes, sabe imprimirle un ritmo diferente, un tanto acelerado – y no lo digo como un punto negativo – mientras vamos observando cómo la protagonista de todo el entramado, Gwen Stacy, va haciéndose mayor y reconociendo ciertas cosas que vienen junto con un poder como el suyo. ¿Os suena, verdad? Pues lo interesante del planteamiento es que todo eso se desarrolle en el género femenino. Los famosos ¿que hubiera pasado si…? que tanto les gusta a los de Marvel y que, por una vez – y alguna otra también, pero son excepciones muy puntuales – ha conseguido que me interese por el personaje, por lo que le sucede, mientras soy consciente de que lo que estoy leyendo es puro entretenimiento y nada más – y, de nuevo, no lo digo como algo negativo -. Eso sí, olvidad esa imagen que uno tiene de chicas en apuros, de casi una degradación de los roles femeninos, porque no sé si la industria se ha puesto las pilas o será mera coincidencia, pero el viraje hacia unos personajes femeninos que pretenden convertirse en icónicos salta a la vista y a mí me encanta.
¿Y qué puedo decir del dibujo? Pues que, salvo en una parte muy concreta de este tomo, casa a la perfección con el guión. Siempre he dicho que la estética de una obra tiene que girar y adaptarse a lo que quiere contar y lo bueno de esta obra es que Robbi Rodríguez ha conseguido entender a la perfección la idea que se quiere transmitir y, además, el público al que quiere dirigirse. No será un dibujo perfecto, pero la combinación es de las de agradecer. No hay cosa que menos soporte que una historia que intenta tomarse demasiado en serio a sí misma y que lo estropee todo con el dibujo. Spider-Gwen es divertimento, simple divertimento, y eso no hay que olvidarlo nunca porque siempre tendemos a pensar que la obra que nos vamos a llevar a las manos tiene que cambiarnos la vida y, desgraciadamente, pocas lo hacen. ¿Por qué nos empeñaremos siempre en darle más importancia a todo y no en disfrutar simplemente de lo que se nos va ofreciendo? Opino, y si me equivoco podéis lapidarme, que a todos nos iría mucho mejor no pecar de intelectuales.