Reseña del cómic “Spiderman: Azul”, de Jeph Loeb y Tim Sale
El azul es el color de la tristeza. Es un color al que se le asocian las lágrimas de desconsuelo. El azul es un tipo de añoranza melancólica. De hecho, mediante pseudociencia y bastante imaginación, ha dado nombre al día más triste del año. También es un género musical donde lo espiritual y lo lírico se conjugan para ofrecer letras con gran tonelaje de desdicha. El cómic que hoy nos ocupa (reeditado por Panini en su colección 100% Marvel HC), Spiderman: Azul, es como un buen blues. La voz de Peter Parker, hablándole a una grabadora, guiará al lector. Una narración que, con cierta armonía, casi con estructura musical, recorrerá los momentos clave de la época dorada de Spiderman. Jeph Loeb y Tim Sale repiten la formula que tantos éxitos les hizo cosechar con Daredevil: Amarillo. Toman un personaje de Marvel con cierto bagaje a sus espaldas, un personaje que goza de carisma, de grandes logros superheroicos así como de no pocas desdichas personales, y le hacen añorar una época en la que todo era menos complicado. Una época en la que todo parecía tener solución.
Spiderman: Azul echa a rodar con el superhéroe arácnido balanceándose en el puente de George Washington. Ese lugar icónico que lo cambiaría todo y que marcaría una nueva época en la vida del lanza-telarañas. Desde ese punto de inflexión Jeph Loeb se vale de una narración íntima para llevarnos de vuelta a los años 60. Seremos testigos de algunos momentos clave con los que el personaje tuvo que lidiar del número 40 al 49 de la colección The Amazing Spiderman. En aquella etapa Stan Lee escribía y John Romita Sr. se ocupaba del arte. Jeph Loeb y Tim Sale realizan una especie de retelling de esas andanzas. Una historia respetuosa con los orígenes, con una renovada textura en lo emocional, que deja de banda el canon del personaje para centrarse en la vida amorosa de Peter Parker y que, con un estilo propio, homenajea la obra original. Porque en Spiderman: Azul encontraremos a ese héroe que mientras da mamporros al villano de turno suelta ocurrencias que arrancan una sonrisa cómplice al lector. Y no son precisamente pocos los villanos que recorren las viñetas de este cómic. El Duende Verde, por descontado, se las hará pasar canutas a Spiderman. Dos Buitres pelearan entre sí por conseguir la oportunidad de vencer al alter ego de Peter Parker. El Lagarto también hará acto de presencia, contrapunto de los malosos ya que se nos enseñará la vida privada de este moderno Jekyll y Hyde. Con todo, la mente criminal que está detrás de todo, moviendo cada uno de los hilos, no se nos revelará hasta el final.
Si Spiderman es un héroe que es capaz de emocionarnos, de hacernos empatizar con algunos, por no decir muchos, aspectos de su vida, es sin duda gracias a Peter Parker. El Peter Parker de Jeph Loeb es alguien cercano, accesible y menos pringado de lo que estamos acostumbrados; pero, sobre todo, es un muchacho con una enternecedora relación con su tía. La escena en la que Peter Parker intenta decirle a tía May que va a mudarse es solo un aperitivo de todos esos momentos bonitos, y a la vez tristes, que nos removerán por dentro; como esas tres últimas páginas del cómic en las que nos descubriremos con el corazoncito hecho papilla. Momentos dibujados por Tim Sale de forma exquisita. Es imposible no ver un poco de John Romita Sr. en Gwen Stacy y Mary Jane. Pero la admiración que Tim Sale siente por el artista no empaña su propio estilo. Un estilo que mezcla el cómic clásico de superhéroes con las revistas de historietas románticas. Y es que llegado el momento Peter Parker se verá atrapado en un triángulo amoroso que, a medida que avanza la trama, se irá complicando todavía más. Steve Bucellato redondea el trabajo de Sale con un color adecuado pero que queda a años luz de lo que Matt Hollingsworth consiguió en Daredevil: Amarillo. De igual forma ocurre si comparamos la intensidad narrativa. Si Daredevil: Amarillo era un cohete que ascendía con precisión, Spiderman: Azul es una montaña rusa repleta de subidas y bajadas. Con todo, Spiderman: Azul resulta una obra memorable, un cómic que homenajea con cariño la época dorada del personaje llevándonos a esos momentos de pura inocencia donde parecía que todos nuestros héroes eran inmortales.