Considero que tengo una familia envidiable. Sin duda, es la mejor cosa que me ha pasado en la vida. A pesar de que mis padres se divorciaron cuando yo era muy pequeña y que los problemas familiares eran el pan de cada día, con el tiempo me he dado cuenta de que la familia es lo primero. No tengo hermanos, pero tampoco los he echado de menos porque durante muchísimos años vivió en mi casa mi tío David, que me saca catorce años. Él se encargó de hacer de hermano mayor, con las cosas buenas que implica y con las malas. Tengo muchos recuerdos de cuando era pequeña —mi familia me dice que es increíble la memoria que tengo— y uno de mis favoritos es aquel en el que yo salgo de clase y él está en la puerta del colegio esperándome. Entonces íbamos a casa, comíamos súper deprisa viendo los Simpsons y luego nos poníamos a jugar a la Play un buen rato. Hasta que venía mi madre y nos echaba la bronca por estar todo el día enganchados a la maquinita. Normalmente, él jugaba —sobre todo al Grand Theft Auto— y yo iba buscando en Internet trucos para que él los aplicara. Lo pasábamos en grande. Ahora él tiene dos hijos pequeños a los que veo día sí y día también. Ahora soy yo la que juega con ellos a la Play y les enseña todos los trucos que pueden hacer en el Spyro o les pasa las pantallas difíciles del Gran turismo. No os imagináis lo feliz que me hace eso.
Y diréis, ¿qué tiene que ver todo ese rollo con el libro que vienes a reseñar? Muy sencillo: he decidido leer este libro por ellos. Ahora mismo son fanáticos de la saga Star Wars. Se han visto las películas como un millón de veces. Lo tienen absolutamente todo, las sábanas, los pijamas, los muñecos, todo. El mayor siempre se pide a R2-D2 y el pequeño a Darth Vader. El otro día le explicaba el origen de ese personaje (toda la historia de Anakin Skywalker y el pobre me miraba con una cara como diciendo “esta tía está loca”). A sus cuatro años todavía no había hilado ese razonamiento, así que el pobre me miraba con una cara…
La cuestión es que vi el libro Star Wars, atlas galáctico que ha editado recientemente Planeta Junior y que está ilustrado por Tim McDonagh y no pude evitar imaginarme a mí misma contándoles toda la historia de Luke y Leia, de Han Solo, Obi-Wan Kenobi y Chewbacca usando los mapas que vienen dentro de este libro. Cuando me llegó a casa me quedé sin palabras. Para empezar, me lo imaginaba muchísimo más pequeño. Sabía que no tendría el tamaño de un libro normal y corriente, pero no me lo imaginaba tan gigante. La edición es perfecta, sumamente cuidada. En cada página podemos encontrar la historia de un planeta diferente, donde se contiene un análisis de su población y de los personajes más importantes que allí habitan. No solo podremos encontrar mapas, sino también cartas estelares, las batallas más famosas de la saga y, lo más importante, la cronología de los hechos. Porque queramos que no, Star Wars es un poco lío en cuanto a fechas. Seguro que todos hemos hecho esa pregunta de: “¿pero en la tercera película de las viejas o de las nuevas?” Porque ya sabemos que las primeras que vieron la luz, las originales, son posteriores en el tiempo que las que se emitieron a principios de los dos mil. Por no hablar de la saga que está emitiéndose ahora —POR FIN este mes se estrenará la segunda parte— que sería la continuación de las películas de los ochenta. Y también se ha hecho una precuela, Rogue One, que se estrenó el año pasado y que iría justo después de la saga de los dos mil. Pues eso, un lío de los buenos.
Star Wars, atlas galáctico es una pieza de coleccionista. Para niños y no tan niños. Es más, estoy segura de que en este caso disfrutaremos de este libro muchísimo más mi tío y yo que los niños. Es volver atrás, volver a revivir todo, recordar y sonreír.
En serio, no os imagináis lo feliz que me hace poder tener este libro entre mis manos. Aunque ahora lo he cerrado para hacer esta reseña, estoy segura de que volveré a abrirlo una y otra vez cuando me apetezca recordar y que la fuerza esté conmigo.