Reseña del álbum ilustrado “Suciedad. La apestosa historia de la higiene”, de Piotr Socha.
Especialmente tras la pandemia, los peques pueden pensar que el ser humano ha cuidado su higiene desde el principio de las civilizaciones. En un sentido, es cierto y ese recorrido histórico está presente en Suciedad. La apestosa historia de la higiene. Pero lo más gracioso de este inventario de limpieza y autocuidados es que hay tantas anécdotas en esta dirección, como en lo más bizarro y asqueroso para nuestra cultura actual. Por ejemplo, “para limpiarse el trasero, en Roma empleaban un utensilio llamado xylospongio, una esponja en un palo largo, empapada en vinagre o en agua con sal. La idea no habría estado mal si no fuera por el hecho de que su uso era compartido”.
Además, “como el pis era efectivo para blanquear las telas, consideraron que serviría igual para blanquear los dientes”. O esta otra historia sobre Santa Eduvigis de Silesia (s. XII-XIII), que “no se bañaba nunca, pero le gustaba lavarse la cara con el agua en la que las otras monjas se habían lavado los pies, y se secaba con sus toallas más sucias”. O lo paradójico del Palacio de Versalles, construido sin un solo retrete, donde “los residentes que no disponían de orinal hacían sus necesidades en cualquier sitio, […] en las esquinas de las habitaciones, entre las cortinas, en los pasillos y en las escaleras. Teniendo en cuenta esa costumbre, se avisaba a los cortesanos con el grito: ‘¡Que viene el rey!’”.
Suciedad no solo es un libro divertido y lleno de curiosidades, con el que satisfacer tu gusto por lo escatológico y que hará felices a las criaturas en su fase de caca-culo-pedo-pis, es decir, hasta los 25 años mínimo. También te asoma a la vida cotidiana de otras épocas y en este sentido contribuye a que tengas un conocimiento más profundo del pasado, más allá de la épica de las batallas y los líos cortesanos a los que nos tienen acostumbradas los libros de texto. Con un estilo muy ameno, te enseña que, en el Medievo, se perdió la sana costumbre de los baños y que lavarse era algo poco frecuente. Estaba mal visto, porque se asociaba a enfermedades como la peste o a placeres del cuerpo, es decir, pecados que perjudican al alma. Hasta la Ilustración incluida, la gente se cambiaba de camisa en lugar de lavarse. ¿Te imaginas el hedor?
Llama la atención que en el Barroco comenzaron a maquillarse para ocultar las marcas que dejaban en el rostro la peste, la viruela y la sífilis, o que los hospitales del siglo XIX eran tan sucios que se los conocía como “casas de la muerte”. Conocer estas historias trasciende el mero inventario porque todos los títulos de esta colección de Maeva siempre te hace pensar. ¿Cambiarías tu vida por la del rey sol, Luis XIV? ¿Quién goza realmente de mayores comodidades? ¿Tú o él? ¿Por qué nos bañamos en público cubriendo ciertas partes del cuerpo y no preferimos hacerlo en pelotas, como los romanos? ¿Por qué no defecar en compañía, como los romanos?
Suciedad tiene un tamaño de hoja de esos XL, de 25 x 33 cm. Es difícil no quedarte un buen rato disfrutando de las ilustraciones estilo dibujos animados, tan divertidas y llenas de color, y el diseño de Piotr Socha, autor de Abejas y Árboles en la misma colección. Desde luego, la próxima vez que te pregunten por el invento más importantes de la humanidad, no podrás evitar pensar en el retrete conectado a la red de alcantarillado.