Superman: hijo rojo, de Mark Millar, Dave Johnson y Kilian Plunkett
El término What If?, en el mundo de los cómics, significa, ni más ni menos, lo siguiente: ¿qué sucedería si…?. Y eso mismo es lo que, aprovechando que Superman hace acto de presencia otra vez hoy en la gran pantalla, os traigo aquí en forma de historia completamente nueva de los orígenes de uno de los superhéroes más grandes jamás conocido. Porque, todo aquel que haya visitado alguna vez el mundo del hombre de capa roja, sabrá que su nave se estrelló en Smallville, y que después de eso, todo ya es historia. Historia que hemos observado a través de páginas y páginas de las mejores aventuras (y a veces también de las peores) escritas por obra y gracia de los autores más variopintos de la industria del cómic. Pero, ¿qué pensaríais si os dijera que aquello que conocíais no ha existido en realidad? ¿Qué sucedería si, Superman, el hombre de acero, en realidad estrelló su nave en una granja de la Unión Soviética y que se convierte en el campeón de los obreros? Una nueva realidad está presente en estas páginas, y aquello con lo que os vais a encontrar no os defraudará. Palabrita de hoz y martillo.
No exageraría si describiera “Superman: hijo rojo” como una de las mejores historias escritas sobre este superhéroe. Y es curioso, porque esta no es una historia real como tal, sino algo que sucede en un universo que poco tiene que ver con los arcos argumentales en los que la vida de Superman se encuentra en el Daily Planet, y en los que Smallville es su ciudad natal. Pero si de algo puede nutrirse las historias en el mundo de las novelas gráficas es que la imaginación puede elevar una historia que, en principio, podría considerarse una completa ida de olla, en algo lo suficientemente grande como para tener un puesto de honor en el mundo de los cómics. Mark Millar es, para mí, ese gran autor que o bien la caga monstruosamente en sus cómics, o bien se convierte en un dios bajado de los cielos para traernos de la mano historias que ríete tú de esas novelas que venden astronómicas cifras. Y así como jamás hablaré de algunas obras que ha creado por considerarlas lo suficientemente infumables que producirían el vómito al lector más prolífico. Pero si hablo de esta que nos trae es por el simple hecho de haber parido una de las obras maestras en el mundo DC, una de las obras maestras en el mundo Supermaníaco, y una de las obras maestras de los universos What If? (de nuevo, esta expresión) del mundo del cómic.
¿Cómo explicar que Stalin, el pacto de Varsovia, y muchos otros elementos más hacen acto de presencia aquí? Pues lo hacen, sí señor. Con dos cojones. Por eso Mark Millar atrae tanto. Porque o bien nos trae historias sin sustancia o bien todo lo contrario. Aparecen aquí tantas referencias, tanta polémica que se podría debatir, que quizá esto no sea un simple cómic, sino una novela gráfica de las de toda la vida, de esas que trascienden al público mucho más allá del tiempo y de las generaciones. Nos enfrentamos aquí a una historia alternativa en la que muchos de los protagonistas de la historia de Superman aparecen de una forma completamente distinta, pero con la esencia de esas viejas historias que los amantes del cómic echan de menos, mucho más allá del efectismo de las últimas aventuras que hemos podido encontrar en muchas de las series de este universo DC, y que han promovido más las páginas llenas de explosiones y colores chillones que las historias que, apoyadas por los diálogos, se convierten en argumentos, puros y duros, de lo que podrían ser futuras novelas.
“Superman: hijo rojo” debería llevarse al cine. Pero intuyo que hoy en día esta historia levantaría más de una ampolla en los corazones de algunos. Ese es el problema en muchas ocasiones: que de una historia magnífica se puede sacar provecho para convertirla en objeto de demonización. No es una historia fácil, hay que ponerse en la situación de lo que se cuenta y encontrarle el significado, pero no hay que olvidar que, mucho más allá de eso, esta historia es puro divertimento, es una obra que merece todo aquello que se le pueda echar encima siempre que sea positivo, porque así como su autor nos trae de la mano muchas veces, historias polémicas que nos hacen sufrir escalofríos, aquí estamos ante algo tan grande, tan cortado a milímetro, que sería imposible no darle el lugar que se merece.