Reinventar un mito nunca es fácil. El tiempo y el imaginario colectivo se encargan de que la iconografía principal de la leyenda sea inmutable. Puntos esenciales que quedan grabados a fuego. Esto tiene que ser así y aquello otro es inimaginable que ocurra de otra forma. Pero ese mismo paso del tiempo que hace que el mito pase de padres a hijos, también se revela como el principal culpable de que poco a poco la leyenda se llene de anacronismos. Así que es necesario actualizar algunos mitos. Pero reinventar un mito nunca es fácil, y más cuando hablamos de uno tan icónico como Superman. Crisis en Tierras infinitas y sus posteriores acontecimientos trajeron la solución: los superhéroes clásicos seguirían realizando su ronda mientras que en otras tierras paralelas tendríamos la oportunidad de asistir a una revisión contemporánea de esos mismos superhéroes. De esta forma nació Tierra Uno, un universo en el que los superhéroes están al principio de sus carreras. Un lugar donde nada es una certeza y todo es maleable.
En Superman: Tierra Uno el guionista J. Michael Straczynski es el encargado de actualizar el mito de Superman. Aquí Clark Kent es un veinteañero en busca de oportunidades en la ciudad de Metrópolis. Todavía no se ha dado a conocer a la humanidad como Superman y, por el momento, intenta evitarlo a toda costa. Clark solo busca encajar en un mundo en el que se siente fuera de lugar. ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? Las típicas preguntas que cualquier mortal se hace a lo largo de su vida pero con la carga de sentirse un apátrida a nivel planetario. Straczynski explora esa sensación de falta de un rumbo claro que se tiene con cierta juventud y que en algunos casos jamás nos abandona. Lo hace desde la página uno, con un protagonista que prueba diferentes opciones laborales sin acabar de encajar en ninguna. Con un Clark Kent solitario y algo pringado que recuerda mucho a Peter Parker. De hecho, el propio guionista repite una idea que le granjeó grandes elogios en SpiderMan: Vuelta a casa. Y entonces aparece Tyrell, un extraterrestre que parece conocer cosas sobre el planeta originario de Superman. Quizá él pueda desentrañar algunos de los misterios que le rodean. Lástima que sus intenciones no sean pacíficas. Tampoco lo son las de algunos gobiernos. Straczynski analiza cómo serían las relaciones de las grandes potencias del mundo al toparse con un ser todopoderoso. Straczynski prueba, pero ni remata ni entra en profundidad, o por lo menos de la excelente forma que lo hizo Superman: Identidad Secreta.
En Superman: Tierra Uno ECC reúne en un solo volumen integral los tres arcos argumentales que escribió Straczynski. Los tres con una estructura casi idéntica: Superman busca saber quién es y cómo encajar en el mundo de los humanos. Superman se enfrenta a un ser súper poderoso que lo pone contra las cuerdas. Superman descubre un poco más de sí mismo y lo ambiguos que pueden llegar a ser los seres humanos. Si en el primer número Tyrell deja pistas jugosas sobre el lugar natal de Superman, en el segundo es Parásito quien se muestra como la chispa para encender nuevos recuerdos. A diferencia de Tyrell (villano nacido de la mente de Straczynski) Parásito es un viejo conocido, aunque con nuevo diseño y nuevo trasfondo. La motivación para hacer lo que hace la iremos descubriendo a través de flashbacks. De igual forma ocurre con Clark Kent. Esas conversaciones con sus padres que llegan en los momentos más transcendentales para impeler al héroe a realizar las gestas más increíbles. A diferencia del primer arco argumental esos instantes no quedan cercenados por viñetas y viñetas de acción desenfrenada. Que nadie me malinterprete. Si leo un cómic de un tío capaz de tirar rayos por los ojos y dar hostias como panes espero verlo en acción en algún momento. Pero si la acción se entromete de forma abrupta en el momento de reflexión, asfixiándolo, entonces solo tenemos una contienda de proporciones épicas pero de motivación poco clara. Por suerte en este segundo volumen Straczynsky parece haber emendado errores dándonos las escenas adecuadas de introspección para entender esa triste soledad que soportar Clark Kent, esa impotencia cuando descubre que sus poderes en ocasiones no sirven para los problemas más mundanos. Acicate suficiente para soltarse y emplearse a fondo cuando con sus poderes puede marcar la diferencia.
Si en los dos primeros volúmenes encontrábamos a los lápices a Shane Davis, en el tercer arco argumental es el dibujante de cómics indonesio Ardian Syaf el encargado de dar vida al hombre de acero. Shane Davis se desenvuelve con soltura en unas escenas de acción brutales pero nos deja unos personajes de posturas rígidas. En ocasiones Superman llega a parecer una especie de maniquí anquilosado. El arte de Ardian Syaf respeta los diseños de Shane Davis pero consigue mayor plasticidad y naturalidad. No solo el dibujo da un salto cualitativo, el guion explora con mayor osadía las opciones de cambiar aspectos del mito pero manteniendo su lado más icónico. Algo de aire fresco para el seguidor acérrimo del personaje y una interesante premisa para el novel. Lex Luthor y el papel que juega sería uno de los ejemplos. De igual forma ocurre con Lois Lane al no convertirse en la excusa para una trama romántica. La periodista del Daily Planet hallará su propio camino tomando un rol que es imposible no enlazar con Batman. Incluso el enemigo a batir, el general Zod, se convierte en la pieza clave para que las otras dos historias acaben de cuadrar un poco. Las artimañas de Zod y la lucha posterior será ese momento catártico para que Superman por fin acepte su lugar en la Tierra.