Reseña del libro “Sus hijos después de ellos”, de Nicolas Mathieu
Sus hijos después de ellos, la última frase de un verso del Eclesiastés y que forma parte del epígrafe incluido al inicio, anuncia de forma evidente todo lo que se nos cuenta en esta impecable novela, la segunda del escritor francés Nicolás Mathieu y que recibió el prestigioso premio Goncourt en el año 18 antes de Virus.
Si tuviera que dibujar una forma geométrica para explicarle a usted las relaciones que se establecen entre los jóvenes personajes de esta historia, sin duda escogería una L mayúscula. De esta forma, le contaría que, en el vértice de la historia y como punto de referencia, tenemos a Anthony, y a su familia de clase media (aunque, en realidad, es de clase baja, usted ya me entiende). Y junto a él tenemos a su padre, Patrick, en paro tras el cierre de la acería del valle y hombre de fácil borrachera. Aviejado por las arrugas del desengaño y de salud descuidada, Patrick sobrevive entre chapuzas aquí y allá, lleno de rabia y de miedo a partes iguales. Después está Hèlene, la madre de Anthony. Una mujer infeliz, carcomida por la gris rutina de un matrimonio insulso y de un futuro que se prevé lleno de reproches y desencuentros continuos. Anthony y su primo son los hijos de la clase trabajadora y rural de la Francia de los noventa, y tienen tantas ganas de diversión y tanta furia dentro como el Smell Like Teen Spirit de Nirvana. También está Hacine, al que uniremos con Anthony por la línea más corta de la L. Hacine es de origen marroquí e hijo de Malek Bouali, un emigrante cualquiera que, como muchos de sus compatriotas, cruzó el Estrecho para, atravesando la Península Ibérica, terminar estableciéndose a duras penas en la ZUP, una de las barriadas más deprimidas de la zona. Y, por último, conoceremos la relación de Anthony con Steph, que es la chica de rigor, claro, la que le rompe el corazón y que aparece cada cierto tiempo para resquebrajar el frágil suelo por el que pisa el chico. Steph es miembro de la élite social, de la clase alta que maneja el cotarro y eso es casi lo peor.
Colocadas las piezas en el tablero, la partida que se juega es de enorme interés, pues estamos ante un retrato magistral de la última década del siglo XX. Una vibrante historia contemporánea de padres e hijos, de los lazos invisibles, poderosos, dañinos u oscuros con los que los primeros, consciente o inconscientemente, atan a su destino a los segundos, y de cómo estos intentan zafarse desesperadamente del mismo. Adolescencia, sexo, drogas, inmigración, progreso, globalización y seres humanos a la deriva. Un extraño y anómalo cóctel tragicómico que ya sabemos qué sabor tiene.
Todos estos ingredientes, de la mano de una prosa elegante y sencilla, nos trasladan, para los que somos de la misma generación que Mathieu, a aquellos tórridos veranos de adolescencia. A unos años, los maravillosos noventa, que corrían a todo trapo y a ritmo de música grunge, con el olor del costo africano doblando las oscuras esquinas del barrio. Pero, para los que aquello ya les pilló firmando la hipoteca o puede que jugando aún a las chapas, esta novela es una brillante experiencia literaria con la que acercase a una época imprescindible en la historia europea. Unos tiempos no tan lejanos en los que, además de ganar un Mundial de Fútbol, Francia (y por supuesto toda Europa) empezó a atisbar las consecuencias de un progreso descabellado y suicida pero que se nos prometía como algo definitivo y unificador. Una historia sobre los precedentes de lo que vivimos justo ahora. Y una novela sobre la herencia individual y colectiva del sitio en el que crecemos.
Sin ninguna duda, Sus hijos después de ellos es uno de los mejores libros europeos del último decenio y una oportunidad para recordar que, en realidad, los hijos nunca son nuestros.