Reseña del libro “Tarada”, de Carolina Sarmiento
La insistencia tiene premio, o hablando en plata, quien no llora no mama, eh, Carolina, ¿o debería decir Anilorac? Dejémoslo en Lorac, que mola más.
A pesar de que había leído, y disfrutado, los relatos de Animales urticantes, no me llamaba mucho la atención la sinopsis de esta novela breve. Tenía muchas lecturas acumuladas, la planificación de unas vacaciones y otros trabajos y asuntos pendientes por medio que no merece la pena explicar, así que cuando la editorial me ofreció esta Tarada, tuve que rechazarlo. Pero Lorac insistió, porque ella es así. Ella quería que supiera a dónde se dirigía desde la urticaria inicial, y me invitó a montar en un viejo cacharro verde que funcionaba cuando quería y en el que solo pensar en él en verano me da bochorno. Bochorno.
Y cedí. ¿Quién no lo haría ante semejante invitación? Habría que estar muy loco. Habría que ser un completo tarado. Y como si algo no soy es completo, ahí que me tiré a la piscina de esta novela. Y menos mal, porque me ha parecido un libro muy loco y goloso. Goloso.
Tarada es una road movie. Como Thelma y Louise pero sin Thelma. Y también sin Louise. Es un viaje real y metafórico de autoconocimiento. La prota es una farsante aprovechada que ha triunfado con su primer libro, pero todo es una farsa, como el resto de su vida. El inquilino al que le alquila la casa se le rebela, el editor le pide una segunda parte y no tiene ni zorra de cómo hacerlo y los intentos que hace se limitan a palabras sueltas que, casualmente, tienen dos oes. Así que, agobiada por las circunstancias que la rodean, decide huir. No tanto para poner en orden sus ideas sino como para simplemente escapar. Desaparecer del mapa un poco. Poco.
Tarada es algo que le van a decir, o van a pensar de ella, pero es algo que la define. En su doble significado. Tanto en el de la piradez que lleva consigo, como con la tara que lleva, la falta, la carencia de algo que la llene y dé sentido a su vida. Y aunque deje todo y se largue de su casa en pijama sin ninguna meta en concreto, a medida que su viaje a ninguna parte vaya desarrollándose se dará cuenta de que ese es el objetivo final de su viaje. Objetivo.
El libro está dividido en tres partes, que pueden ser un poco el presente, el pasado y el renacimiento o las ganas de querer mejorar como persona y como todo, cambio de look integral incluido, que ya venía de antes.
Durante el viaje conocerá personas, tendrá algún rollete, acogerá a un perro, lo perderá, la meterán al calabozo, también pasará alguna noche en el hospital, cambiará mucho de ropa (pero mucho), e incluso encontrará algo parecido a una nueva familia… Casi casi como una noche de juerga prepandémica.
Y eso es todo. Lorac escribe integrando muy bien diálogos, narración y agudos pensamientos de la protagonista. Hay espacio para el humor, algo macarra, y sobre todo para conocer a una prota la vez que ella misma.
Pero lo fundamental es que te ventilas el libro sin darte cuenta, que te atrapa y quieres saber qué será lo siguiente, algo seguro que inesperado e insólito, que le pasará a la prota. Y eso siempre es buena señal.
Ahora que sé por qué caminos se conduce Laroc Sarmiento, intentaré no perderla de vista porque cuando menos te lo esperas, te la lía y saca libro ¡y pretende que te lo leas! Y ahí estaré para leerlo.