Tengo tu número de Sophie Kinsella
No voy a justificar una y otra vez por qué leo chick-lit. Ya he reseñado libros de este género en Libros y Literatura e inevitablemente me siguen llegando recomendaciones porque son los best-sellers del New York Times. ¡A los escritores anglosajones les rinde! Pero, hete aquí, que hay diferencias. Ya sabemos que el final siempre es feliz, que es predecible, que el estilo de escritura no es digno de premios respetable, pero los hay buenos y malos. He leído, en lo que va del año, una seguidilla de novelas del género que me disgustaron tanto que pensé en nunca más darle una oportunidad. Y por querer leer algo light, y sin expectativa alguna, me sumergí en Tengo tu número de Sophie Kinsella.
Poppy Wyatt se va a casar. ¿El prometido? El hijo buen mozo, claro, de una familia de intelectuales que discuten temas no convencionales, que hablan de los libros que han publicado con teorías tan específicas como las que en realidad existen en el mundo. El mundillo snob londinense. Y Poppy, por supuesto, es todo lo opuesto. No entiende más allá de su oficio de terapeuta y es tan torpe como para perder el anillo de compromiso, herencia de la familia.
Es la pérdida del anillo el episodio que comienza a desencadenar los divertidos sucesos posteriores. Ruega que si alguien, en el hotel en el que se encuentra, encuentra el anillo la llame al móvil. Pero no tiene móvil porque se lo robaron y esa casualidad (Sino…no sería chick-lit) hace que termine encontrando un teléfono abandonado en un cesto por una secretaria ineficiente. Poppy, sin escrúpulos se lo adueña. Y así conoce a Sam Roxton.
Surgen situaciones absurdas que terminan conectando a Poppy y a Sam, nada más y nada menos que por compartir la intimidad de sus vidas a través de un celular donde llegan mails de trabajo, sentimentales, textos, llamadas perdidas que esconden secretos y más revelaciones.
Este es un buen ejemplo de lectura del género. Si bien podemos predecir el final, las pequeñas resoluciones a los problemas a lo largo de las páginas nos entretienen y nos mantienen divertidos y pegados a la historia, conteniendo la respiración para llegar al momento cumbre (el beso o una declaración de amor, lo que indica el manual de estilo).
Poppy Wyatt es un personaje fácil de querer y compadecer. Sam Roxton es…Sam Roxton. Por supuesto que es todo aquello que en el mundo de la fantasía femenina se eleva como “aquel que todas quisiéramos tener al lado”. Un personaje como él, bien construido, hace que sigamos la historia porque inevitablemente sabemos que lo que queremos se va a cumplir. Un traslado del sueño de Cenicienta que inevitablemente tenemos metido como un chip en la cabeza.
Pienso, mientras escribo la reseña, en la comparación que puedo hacer entre aquello que no tiene discusión alguna por su calidad con ese placer culpable que, no por estar en un género tan desvalorizado, sobre utilizado y caído en todo tipos de estereotipos, deja de ofrecer buenos productos. Chick lit es a la literatura lo que el pop es a la música. Hay un exceso en la oferta pero hay que saber encontrar a los que verdaderamente hacen bueno (La música pop tiene sus muy buenos intérpretes, sólo que hay una saturación y un marketing de explotación por las ventas que generan y aclaro, también sucede con el rock).
Por eso, encontrar autores que realmente sepan representar al género y realmente lo hagan bien aún bajo las reglas básicas y el manejo de los recursos obvios, no es sencillo. Sophie Kinsella con Tengo tú número, demuestra porqué permitirnos entrar a este universo también vale la pena.
Rosario Arán (rosearan@librosyliteratura.es)
Tw: @rosearan