A lo largo de la historia del arte ha sido de sobra conocida la relevancia y la impronta que deja en un autor la labor de su maestro. Conocimientos y técnicas que se trasmiten en sus talleres en los primeros años del artista cuando su mente creativa ansía absorber hasta el más mínimo detalle. Miguel Ángel se formó en el taller de Ghirlandaio, Leonardo en el del Verrochio, Francisco Pacheco instruyó a un joven Diego Velázquez y Francisco de Bayeu hizo lo propio con Goya. En cada uno de esos casos, y en muchas de sus obras, se produjo el fenómeno de genialidad en la que el alumno supera al maestro. Muchos años después, y en otra de las expresiones artísticas más relevantes y apreciadas, el denominado Noveno Arte, los talleres o, como a mí me gusta llamar en su voz italiana bottegas, siguen cobrando suma importancia y, en consecuencia, generan nuevos valores de muy elevado nivel. Sirva como ejemplo el sucedido en esta serie de cómics que ha lanzado en España la interesante editorial Medusa Cómics: The Woods. En este caso se trata del aventajado alumno James Tynion IV que se formó bajo la tutela del maestro Scott Snyder (American Vampire, Batman). Y como ocurriera con los anteriores ejemplos de pintores, se podría decir que el pupilo está cerca de emparentarse, si no de rebasar, la obra de su mentor.
The Woods 2. El enjambre es el segundo tomo que continua una aterradora, fascinante e inteligente historia de ciencia ficción en la que los alumnos de un instituto de Bay Point, Milwaukee, desaparecen sin dejar rastro y viajan a un extraño e inquietante mundo lejano, perdidos en medio de un bosque lleno de criaturas y peligros ocultos. En el primer tomo que reúne cuatro espectaculares números nos presentaban a cada uno de los personajes y el conflicto del relato; ninguno sabe dónde han ido a parar y están aterrados, sobre todo después de presenciar cómo una gigante e imposible criatura ha devorado a una de sus compañeras y, en mitad del bosque, han sido atrapados por una comunidad de hombres con ropajes vikingos.
En este segundo tomo se aprecian las influencias aprendidas por su guionista James Tynion IV. Por un lado, el poder de crear una historia muy elaborada que promete un entramado complejo y bien hilvanado con diversidad de personajes perfectamente reconocibles y distintos, detalles que bien podría haber absorbido de Snyder, como también, y por otro lado, las referencias a gigantes guiones de ficción y modos de desarrollarlos como ocurre con la serie Lost. Es esta una apreciación que me trasmitió el cómic a medida que lo iba leyendo. Hay cosas que los distinguen, por supuesto, pero el nudo del relato bien podría tener ciertas afinidades. Por ejemplo, y para poner al futuro lector —a quien recomiendo encarecidamente esta obra— en situación, los alumnos han ido a parar a un lugar lejano y desconocido en mitad de una jungla que oculta misterios en su interior. No sufrieron un accidente de avión, pero sí llegaron ahí por algo que les trajo, digamos, adrede. Para colmo, la aparición de un grupo de habitantes de aquel lugar, aún más inquietantes, que pueden asociarse con aquel grupo de la serie de televisión a los que llamaban «los otros». En cuanto a su forma de narrar la historia también relacionas ambas obras, como es el empleo de analepsis o flashbacks enfocados en las vidas de cada uno de los personajes y que hacen avanzar la narración. En este segundo número conoceremos más en profundidad los temores y la personalidad de algunos de sus protagonistas que serán muy relevantes para el desarrollo de la historia y las consecuencias que esto conllevará.
¿Apreciar tantas similitudes con otras obras resta originalidad o calidad al trabajo final? Bueno, ¿acaso no es digno de apreciar el cuadro La fragua de Vulcano, de Velázquez pese a estar supeditado a las influencias de un pasaje de La Metamorfosis, de Ovidio y a los gustos por la mitología que aprendió de Rubens? No considero que la obra sea un, mal llamado, refrito de otras historias. The Woods 2. El enjambre tiene un guion muy inteligente y bien desarrollado en el que la lectura y el disfrute de los dibujos, esto a cargo del ilustrador Michael Dialynas, son un ejemplo de buen hacer de dos auténticos artistas del cómic que salieron de sus talleres como alumnos y, en gran parte, gracias a este trabajo que ambos están realizando, pueden presumir de poder crear su propia escuela como maestros, que es en lo que se están convirtiendo.