Thoreau. La vida sublime, de Maximilien Le Roy y A. Dan
¿La vida sublime?
Sí. Eso es. La vida sublime.
¿Qué significa eso?
No es difícil. Basta con navegar por la vida como un pasajero curioso, no como un marinero corto de miras. Por modesta que sea una vida, honrarla abrazándola por completo, elevándola como mejor sepamos.
En marzo de 1845, en Concord, Massachussets, un hombre le compra un hacha a un herrero y se retira a vivir al bosque, donde se construirá una cabaña y vivirá la vida sublime. Así empieza esta excelente novela gráfica.
El amante de la vida sublime, la vida despojada del afán materialista y en comunión con la naturaleza, se llamaba Henry David Thoreau. Su nombre no resulta demasiado familiar al lector europeo, si bien es posible que se haya encontrado con referencias a él en obras de autores americanos. Porque estamos hablando, junto con Twain, Melville, Whitman, Hawthorne y alguno más, de uno de los padres fundadores de la literatura norteamericana. Y si observamos el mundo cada vez más hostil y deshumanizado que nos rodea, puede decirse que hoy, 150 años después de su muerte, la memoria del padre es más necesaria que nunca.
Si tú también te has encontrado con su nombre en algún libro, probablemente guardarás esa imagen del eremita que pasó dos años de su vida junto al lago Walden observando la naturaleza y reflexionando. Pero la relevancia de Thoreau va mucho más allá que esa imagen tan romántica. Diría el tópico que es imposible entender la historia de los Estados Unidos sin Thoreau. Pues bien, el tópico en este caso se queda corto, y es difícil apreciar hasta qué punto las ideas de Thoreau no han dejado jamás de estar vigentes. Desobediencia civil. ¿Te suena? Pues a él le debemos el concepto (aunque, como dice Michael Granger en la interesantísima entrevista que cierra el libro, él nunca la llamó así) que inspiró, impulsó y canalizó la actividad de grandes reformistas y rebeldes, desde Gandhi a Martin Luther King, pasando por Tosltoi. Thoreau fue encarcelado por negarse a pagar impuestos, alegando que con ellos se financiaban la esclavitud y la guerra contra México.
Cuando un gobierno es injusto, el lugar de todo hombre justo está en la cárcel.
Para su pesar, Thoreau sólo pasó una noche entre rejas, ya que su tía no entendía esas ideas tan extrañas de su sobrino y pagó su fianza.
¿Pacifismo? ¿Ecologismo? ¿Revolución ciudadana? Llegas tarde, también ahí se te adelantó Thoreau:
Desearía recordar a mis compatriotas que son, ante todo, hombres, y únicamente en segundo lugar americanos. ¿Qué importa que una ley proteja vuestros bienes y preserve el cuerpo y el alma si no os mantiene en las filas de los seres humanos? Que cada habitante rompa su unión con el estado mientras éste se sustraiga a cumplir con su deber.
Pues yo grito: ¡Thoreau, cuánta falta nos haces hoy!
Henry David Thoreau nació en 1816 y le tocó vivir unos años francamente interesantes, que es como suele definirse a las épocas de conflictos y barbaridades. A mediados del s. XIX, en los Estados Unidos la esclavitud seguía vigente, pero cada vez tenía más detractores y éstos eran cada vez más beligerantes. Thoreau estaba radicalmente en contra de la esclavitud, aunque en un principio rechazaba el uso de la violencia para combatirla. Surge entonces la figura de John Brown, un abolicionista partidario de la insurrección armada y autor de varios asesinatos de propietarios de esclavos. Brown fue finalmente capturado por el ejército y ahorcado junto a sus seguidores, pero sus ideas y su espíritu empezaron en ese momento a servir de inspiración a Thoreau. Si has estudiado inglés, quizá te suene la canción que cuenta cómo el cuerpo de John Brown se pudre en la tumba, pero su espíritu sigue adelante. Y aunque no la hayas estudiado, no me digas que no conoces esta melodía. La cantaban las tropas del norte cuando marchaban a la batalla.
Maximilien Le Roy, guionista de Thoreau. La vida sublime, quiere acabar con el estereotipo que nos presenta a un excéntrico santurrón, un pionero del ecologismo, o un anarquista. A lo largo de la historia han sido varios los movimientos e ideologías que se han querido apropiar de Thoreau. Los autores de este libro, pues, se proponen acabar con la simplificación de su figura y reivindicar ante todo una persona íntegra, que fue fiel tan sólo a sus principios y que no se casó con nadie (en más de un sentido; parece ser que su interés por las mujeres era nulo). Un pacifista que justifica la violencia en determinados casos es incómodo para los pacifistas; un anarquista que durante dos años vive en una cabaña que se ha construido él mismo y que se alimenta de animales y bayas, sienta un peligroso precedente en el anarquismo. De ahí que en demasiadas ocasiones se haya simplificado y desvirtualizado el pensamiento de un hombre que, en realidad, era imposible de encasillar. ¿Cómo podemos interpretar, por ejemplo, una de sus citas más conocidas, ésa que dice “el mejor gobierno es aquél que no gobierna en absoluto”? ¿Se trata de un principio anarquista o de un lema ultraliberal?
Sigamos escuchando la voz de Thoreau:
Ya ha pasado el tiempo de las charlas filantrópicas. El garrote, la prisión y la horca no se preocupan por tomar tantas precauciones. (…) Es hora de cambiar de estrategia. No quiero matar ni que me maten. Pero puedo imaginar que las circunstancias harán que sea inevitable.
Estas palabras, que escribió Thoreau en Los últimos días de John Brown, nos demuestran que nos encontramos ante un pacifista de armas tomar. Fuera etiquetas.
Con gran acierto, los autores del libro han sabido colocar las inmortales citas de Thoreau en sus charlas y discursos (en nuestra librería puedes adquirir sus obras más conocidas) , lo cual da agilidad a la lectura sin distorsionar el carácter del personaje, que parece ser era amigo de soltar frases lapidarias. Así, Thoreau. La vida sublime no es una autobiografía al uso. Maximilien Le Roy y el ilustrador A. Dan no nos cuentan la infancia, vida y milagros de Thoreau, sino que nos explican, con una obra amena e iluminadora, quién fue Thoreau y por qué, siglo y medio después, sigue siendo una figura clave en la historia de los EEUU. En definitiva, por qué, al igual que sucede con John Brown, su espíritu sigue adelante. Gloria gloria aleluya…