Ya saben cómo disfruto de la literatura en general y de aquella ambientada en Huelva en particular. Tengo para mí que ese periodo de influencia inglesa y de desarrollo de la industria minera es, desde un punto de vista literario es tan atractivo como inagotable. Y ese periodo, su inicio, es precisamente el alma de esta magnífica novela que se subtitula, de forma muy descriptiva, Minas de Riotinto y su latido, 1873-1936.
Tierra de cobre y sangre es novela, desde luego, y una buena novela, además, pero también es un trabajo de investigación sólido y exhaustivo. El mérito del autor es doble, narrativo y de documentación. Ocurre a menudo que las tramas con tanto peso de realidad histórica se descompensan hacia ese lado y la fluidez narrativa se resiente, pero no es el caso. Al tiempo que José Manuel García Durán nos muestra una parte esencialmente desconocida de la historia nos implica en las vidas de sus personajes y nos emociona con ellos. Como sacaban los mineros el cobre que corre por las venas de esta historia, sacamos nosotros dolor, amor, indignación, lucha, rabia, en fin, acompañamos a los personajes en su conquista de la supervivencia. Suya y de su modo de vida y de su tierra.
Porque Tierra de cobre y sangre no se trata de una historia al uso, no es simplemente la lucha por una vida digna lo que mueve a los protagonistas, no son sólo ellos los que sufren de una injusticia sino que es toda tierra la que la padece, no es la vida de los mineros lo que las prácticas irresponsables como las teleras compromete, sino la vida en general.
La metáfora del color rojo del agua del Riotinto y la sangre supongo que es fácil y recurrente, pero hay que reconocerle una fuerza tremenda. Que la tierra sangrara es una verdad literaria que la realidad imita a su limitada manera. Sufrimiento hubo, y en Tierra de cobre y sangre así queda patente, para eso y más.
Pero las virtudes de esta obra no se agotan en su mérito historiográfico ni en sus logros en cuanto a la empatía del lector. Es una obra generosa por cuanto trata de dar voz a todos los implicados, sin equidistancia pero tampoco juzgándolos. No suplanta, por decirlo de otra manera, el papel del lector, que es quien debe juzgar a los personajes.
Déjenme que destaque especialmente el cariño con el que el autor trata el escenario y sus circunstancias. No sé si vivirla es la mejor forma de aprender historia, pero desde luego es lo que en Tierra de cobre y sangre se consigue. Vivir la terrible historia de la Riotinto Limited Company y de la preferencia del dinero fácil sobre la salud o la vida de quienes por lo demás generan ese beneficio. Algo que dista de estar enterrado en el tiempo y muy especialmente en Huelva, donde se puede cambiar el humo de las teleras por la radiación de los fosfoyesos para actualizar la el dolor, la frustración y la indignación que mueven a los protagonistas de esta historia de José Manuel García Durán.
Resuelve también a la perfección José Manuel García Durán las tramas que hilvanan la trama, las historias de amor, de amistad, de familia, de ideas. La fluidez narrativa es notable y es de esas novelas que a uno le cuesta cerrar porque siempre quiere avanzar un poco más, saber qué va a ocurrir a continuación, qué les espera a los protagonistas. Lo que le espera al lector no tiene tanta intriga, ya les adelanto que va a disfrutar de cada página.
Andrés Barrero
contacto@andresbarrero.es
@abarreror
Muchas gracias por tus palabras, desde mi humildad, tan sólo pretendía gritar los susurros que permanecian silenciados en los montes cárdenos de la tierra que me vio nacer.
Tal día como hoy, de hace 129 años, se derramó la sangre de unos hombres, mujeres y niños que, lo único que reclamaban era justicia y mejorar sus condiciones laborales.
Nunca se podrá conocer el número de víctimas reales. Las cifras oficiales fueron de poco más de unas docenas, aunque hay quien asegura que fueron varios cientos las víctimas inocentes que vertieron su sangre en las aguas rojas del río Tinto. Una sola muerte ya hubiera sido un precio excesivo…¿qué hicieron con tanta muerte?
Sirvan pues, tus palabras y mis páginas, como homenaje a todos los que perdieron la vida aquel sábado, 4 de febrero de 1888, a cada una de las víctimas del dolorosamente conocido como el«año de los tiros»
Gracias a ti por tu magnífica historia. Sería un placer leerla como una ficción, como algo ajeno a nuestras vidas y nuestras raíces, pero que además sirva para que tomemos conciencia de una tragedia como aquella y le rindamos el merecido homenaje a las víctimas es un privilegio. Además he visto estos días que hay cierta repercusión de la efeméride y que incluso se reivindica como germen del movimiento ecologista de nuestro país, lo que me ha resultado emocionante. Permíteme transmitirte mi enhorabuena y nuevamente mi agradecimiento por tu labor.
Un abrazo,
Andrés