Todas las criaturas grandes y pequeñas, de James Herriot
Para quienes han estudiado o practicado veterinaria en los últimos cuarenta años, nos encontramos ante un libro, sencillamente, mítico. Para el resto de sus probables lectores, aunque no hayan visto una vaca de cerca en su vida, nos encontramos ante una obra entrañable, divertida y ante la que uno queda siempre en deuda porque siendo como es una obra autobiográfica para el escritor, el lector, una vez terminada, también la siente como tal porque a través suyo ha vivido, y desde dentro, una realidad que de lo contrario apenas habría intuido. James Herriot nos cuenta aquí sus inicios como veterinario en la Inglaterra rural y, novelando su profesión, plasma en su obra el que probablemente sea el más completo y entrañable retrato de esa sociedad y esa época que se haya escrito, pero además novela algo universal: la distancia, el abismo existente entre el aprendizaje y la práctica de una profesión.
Mi memoria volvía una y otra vez al grabado del libro de obstetricia. Una vaca, de pie sobre un suelo brillante, mientras un veterinario muy esbelto con bata inmaculadamente blanca, insertaba su brazo a una distancia cortés. Parecía relajado y sonriente, el granjero y sus ayudantes sonreían también, incluso la vaca sonreía. No había suciedad, ni sangre ni sudor, por ninguna parte.
Pero Todas las criaturas grandes y pequeñas no es sólo el relato de una vida, es un relato hecho desde un don natural para la narración y, sobre todo, contado con pasión. James Herriot no puede (ni intenta) ocultar el amor que siente por las gentes del Yorkshire, por la naturaleza y por su profesión, una profesión dura, ingrata y extenuante envuelta no obstante en un halo de romanticismo del que bebe el libro hasta saciarse. Trasladada la profesión en el espacio y el tiempo hasta aquí y ahora continúa siendo una profesión dura, ingrata y extenuante, pero ha perdido en gran parte su halo romántico, lo que hace la lectura de Todas las criaturas grandes y pequeñas aun más necesaria hoy que cuando fue escrita.
James Herriot no nos cuenta sólo detalles de su profesión, en sus visitas no sólo trata a sus pacientes, sino que trata con sus clientes y de estos reúne una colección de vivencias y anécdotas que suponen un vívido retrato de esa comunidad. Curiosamente, en el catálogo de personajes que es Todas las criaturas grandes y pequeñas encontramos muchos estereotipos de absoluta vigencia, puede que el ejercicio de una profesión cambie hasta radicalmente con el tiempo, pero no ocurre lo mismo con las personas. El propio Herriot se duele de la pérdida de las costumbres propias del Yorkshire de la que ha sido espectador con los años, pero apostaría a que muchos veterinarios actuales encuentran poca diferencia en la personalidad de muchos de los clientes retratados.
Y no sólo de su profesión trata el libro, James Herriot es veterinario pero antes y por encima de eso es persona y Todas las criaturas grandes y pequeñas narra también su peripecia vital, su evolución, su amor por una tierra y unas gentes pero también su amor por la que sería su esposa, amor capaz de sobrevivir a una luna de miel haciendo pruebas de tuberculina. Siegfried, su jefe, y Tristán, el hermano de éste, son también dos personajes inolvidables cuya memoria se hace inseparable de la del propio Herriot o la de este libro entrañable cuyas virtudes literarias le han permitido envejecer más que con dignidad, rejuveneciendo.
Andrés Barrero
andres@librosyliteratura.es
@abarreror
Me fascina este libro
Este libro cambio mi manera de ver los animales para siempre, es completamente recomendado leerlo si te interesa el mundillo