Charlie no habla. Charlie no es feliz. Charlie no quiere seguir en este mundo. Charlie se corta para hacerse más pequeña.
Leer un libro que habla del suicidio es duro. Conocer un personaje como Charlie marca un antes y un después. Ella es una adolescente a la que le ha tocado vivir demasiado en muy poco tiempo. Ha tenido que madurar contrarreloj. La relación con sus padres ha sido tan traumática que se ha convertido en algo de lo que prefiere no hablar. Sus tonteos con las drogas le han hecho perder el norte en más de una ocasión y el intento de suicidio de su mejor amiga ha terminado de hundirla, si es que todavía quedaba alguna parte de ella a flote. Por eso un día decide acabar con todo. Cortarse hace que todo parezca más fácil; ver correr la sangre por sus brazos le hace pensar que los problemas pueden deslizarse de su vida con la misma facilidad. Ya lo decía Marla en El club de la lucha: “deslízate”.
Charlie es un personaje muy real, podríamos ser tú o yo. Si hubiera vivido su historia, no sé dónde estaría ahora mismo. Pero desde luego, no estaría sentada en mi cama escribiendo en un portátil mi impresión sobre este libro. Seguramente estaría en la calle, aterida de frío, intentando encontrar emociones fuertes que me recuerden que todavía estoy viva. Quizá me diera por cortarme los brazos y las piernas; nada serio, solo pequeños rasguños lo suficientemente profundos como para dejar señales del dolor en forma de cicatriz. Así, cada vez que los mirara, pensaría en lo dura que había sido mi vida y que, a pesar de todo, aquí sigo. O no sé, tal vez me diera por huir de ese mundo de sombras al que estaría encadenada, buscando una vía de escape que me permitiera ser alguien en la vida.
Al leer Todas mis heridas no he podido evitar estremecerme. En algunas ocasiones se me ha puesto la piel de gallina llegando incluso a querer pasar las páginas a todo correr para no leer la pesadilla que es la vida de Charlie. Charlie me ha dado una pena terrible, he conseguido empatizar con ella hasta niveles insospechados. No he podido dejar de leer su historia, ansiosa por saber cómo terminaría su horripilante odisea. El libro comienza con ella dentro de un centro para chicas con problemas. Allí conocerá las peores sombras del ser humano, convivirá con chicas que le harán replantearse de nuevo sus ganas por seguir con vida. Leer sin cesar una historia tan dura, en la que he conseguido que el personaje me llegue muy dentro, ha hecho que terminara un poco agotada. Vivir la historia de Charlie ha sido para mí como un jarro de agua fría. Y el que el libro estuviera narrado en primera persona, ha hecho que esto sea todavía más traumático, ya que es como si estuvieras en la cabeza de Charlie todo el tiempo.
Vaya, parece que nada más estoy diciendo cosas malas de este libro, pero ¡es todo lo contrario! Que una historia consiga hacerme sentir todo lo que lo ha hecho esta, para mí es insuperable. Yo necesito libros que me hagan vibrar, que hagan que me estremezca, que logren que me sienta como el personaje. Sufrir cuando él sufre y llorar cuando él llora. Para mí, eso, es lo más importante de un libro. Y Kathleen Glasgow, conmigo, lo ha conseguido. No sé si es que me ha pillado en una época de mi vida en la que los traumas personales hacen que empatice mucho con los personajes. Quizá sea solo una sobrecarga de hormonas o tal vez el agotamiento que sufro en el trabajo provoque que mis sentimientos estén a flor de piel. No lo sé, pero el caso es que yo he sentido esta historia como si fuera yo misma la protagonista.
Después de leer este Todas mis heridas si lo escoges como próxima aventura para vivir, tendrás que dejar que las heridas sanen, que cicatricen. Tendrás que ver cómo van cambiando de color, cómo pasan de estar amoratadas a ser una línea blancuzca. Y un día, cuando pase mucho tiempo, aprenderás a vivir con ellas y no podrás evitar sonreír al verlas y pensar que todavía, a pesar de ellas, sigues vivo.