Ya sé que no debería decir que tengo un libro preferido. Es como si una madre tuviera que escoger entre sus hijos. Eso está feo. Pero es que ya tengo bastantes años y muchos libros y Jane Eyre de Charlotte Brontë sigue siendo mi debilidad. Lo leí con 13 años, más o menos. Fue uno de mis primeros “libros de mayores”, a veces pienso que por eso le tengo tanto cariño, y lo vuelvo a releer y no, no sólo es por eso, es que es maravilloso.
Así que cuando me enteré de que Ángeles Caso había escrito una novela sobre la vida de la familia Brontë, me faltó tiempo para conseguirla. Yo de las primeras y como en este país, así locura por comprar libros no hay, pues no tuve que dormir a la intemperie, ni pagar a los “reventas”, ni nada de eso.
¡Qué sensación más extraña! Meterte en la vida de alguien a quien admiras. Ángeles Caso ha novelado la vida de Charlotte Brontë y de sus hermanas, de toda la familia, y ha logrado que te sientas un poco intruso. Es como si te dejaran mirar por un agujero en la pared las intimidades de tu cantante favorito, aunque no como en los programas de la televisión o las revistas de cotilleo. Al principio te sientes algo incómodo viendo como se levantan, desayunan, trabajan, pero enseguida logras ser como un invitado a la mesa.
Esto es algo complicado, pero Todo ese fuego ha logrado muy bien ese ambiente de novela romántica del siglo XIX de las que las hermanas Brontë eran maestras. La vida de estas grandes escritoras fue una novela en sí misma. Hijas de un pastor irlandés guapo y tímido y de una mujer de orígenes más acomodados, pero que se enamora incondicionalmente y cambia su vida en una ciudad alegre y una casa cómoda por la casa rectoral, fría y austera de Haworth, Yorkshire, más frío e inhóspito todavía.
Siempre había oído que Jane Eyre, era una novela con mucho de autobiografía, y parece ser que así fue. La vida de la protagonista en el internado, en el que pasó frío, humillación y hambre, es una descripción del internado de caridad en el que las dos hermanas mayores, María y Elisabeth Brontë, enfermaron y murieron de tuberculosis. Charlotte y Emily, que también acudieron a este horrible lugar dirigido por el reverendo calvinista Wilson, inhumano y cruel, se salvaron porque su padre las sacó antes de que fuera tarde. También en las obras de Emily y Anne se entremezclan sus vidas con las de sus personajes.
Aunque es una biografía, Ángeles Caso consigue un ambiente de realidad novelada muy interesante. Cuando lees una biografía, a veces notas demasiado el intento de ceñirse a los datos y a la realidad de los hechos, a veces da la sensación de que te presentan una línea de tiempo. Pero no con la autora que estamos tratando. Es un placer trasladarse al mundo que nos propone. Me sucedió lo mismo con su novela premiada Contra el viento. No quiero desmerecer su trabajo periodístico o de investigación histórica, que lo tiene. Pero logras casi olvidarte de que se trata de eso. Lo cuenta con tanta pasión, con tanto cariño y respeto, que parece que se ha inventado a sus protagonistas para regalárnoslas.
La visión de las mujeres es un tema que usa mucho tanto en su narrativa como en sus ensayos históricos y esta obra es un buen ejemplo. Nos cuenta cómo se desarrolla la vida de estas mujeres, valientes, grandes intelectuales, adelantadas a su época. Que tienen que lidiar con una sociedad patriarcal y machista. A Charlotte le hubiera gustado ser hombre como su hermano Branwell, para poder estudiar en Cambridge, para poder publicar sus poemas y sus cuentos. Porque ella quería ser Escritor con mayúsculas y se tenía que conformar con escribir a escondidas y a publicar bajo pseudónimo. Mientras su único hermano varón no aprovechaba esa condición y sólo se metía en líos. Las chicas trabajaron como institutrices que era la única salida que les quedaba, pero tenían el sueño de abrir una escuela.
Vidas cortas e intensas intelectualmente, Todo ese fuego en sus corazones y sus cerebros, que volcaron en sus libros, poemas y cuentos.
Ahora sólo me falta ir a hacer la ruta de Jane Eyre a Yorkshire para ser la admiradora más entusiasta, vamos: la fan más fan.