Todo fluye, de Vasili Grossman
Anoche, volví a soñar con el Báltico. Mis sueños suelen ser muy estructurados y coherentes, tan ricos en personajes y escenarios, que con frecuencia me despierto preguntándome por la utilidad adaptativa de tal derroche creativo, cuando se supone que la mente está, precisamente, descansando.
Deber ser, porque ayer comencé a leer un libro, en el que Iván Gregorovich, tras décadas condenado a trabajos forzados en la extrema Siberia, regresa a Leningrado, como espectador de los cambios que transforman a un país y a sus habitantes tras una infinita ausencia, confinado, expoliado de toda humanidad, en un lugar en el que el tiempo, pese al título de la obra, permanece petrificado en un horror diario que se repite infinitamente, mientras el cuerpo de uno mismo, es lo único que va corriendo, que pasa.
Si Asne Seierstard comentó sobre su último libro “El ángel de Grozni”, que hay que leerlo un rato, y luego dejarlo, éste de V. Grossman no debería ni de abrirse, Pero ha de abrirse, porque entonces, bajo el terror de Stalin, todos callaron, y nadie escuchó. Ahora, dejando atrás la fútil excusa de los propios problemas, debemos dejar de ser cómplices de lo que no se supo y abrir los ojos, para presenciar el atroz relato de pueblos enteros deformados físicamente por la hambruna, de mujeres que viajan en los convoys hacia los campos, acusadas, condenadas, que no pueden perder la esperanza de que en la próxima parada encontrarán a su hija pequeña, de tres años, y a su esposo, de que todo ha sido un error, como una inquietante y vívida pesadilla. Durante dos meses, viajando en el convoy. No es posible. Nadie puede creerlo. Nadie puede comprenderlo.
(Centenares de miles de voces, a coro, escapando de las páginas:)
¿Es posible, que todo se olvide, sin una palabra? ¿Cómo ha podido pasar todo esto? ¿Es posible, que mataran deliberadamente de hambre a la gente? No, no puede ser. ¿Quién firmó aquel asesinato en masa?
Y un solo hombre, resignado con su suerte: -cuando se tala el bosque, las astillas vuelan, pero la verdad del Partido es siempre la verdad, y está por encima de mi desgracia.
Iván Gregorovich: –precisamente en eso consiste la desgracia: ¿para qué talar el bosque?
Eva MMJ.
leí vida y destino, y me impresionó mucho la crudeza del autor, pero aun así me gustó bastante. Gracias por tu recomendación de todo fluye.