Vaya por delante que no he visto Chernobyl, la serie de HBO que ha vuelto a poner en boca de todo el mundo el desastre nuclear acontecido en Ucrania en 1986. Tampoco tengo recuerdos de este hecho histórico, puesto que por aquel entonces yo era un bebé. Ni siquiera he visto documentales al respecto, aunque siempre he querido hacerlo. Por eso, puedo afirmar que, casi casi, todo lo que sé sobre Chernóbil es gracias a Todo lo sólido se disuelve en el aire, la primera novela de Darragh Mckeon. Y, aunque no entra en demasiados detalles, lo que cuenta es escalofriante.
Como digo, el desastre de Chernóbil está presente en esta novela, de ahí que me interesara por ella, pero no es tan protagonista como yo imaginaba. Más bien, es el acontecimiento que sirve como excusa para entrelazar el día a día de sus protagonistas y el símbolo que aúna varias de las razones por las que acabó cayendo la Unión Soviética.
Conocemos a Grigori, un prestigioso cirujano que va de voluntario al lugar de la catástrofe. En un primer momento, sentimos su impotencia al intentar que los mandamases entren en razón. Pero ellos niegan la evidencia, desinformando a la población del peligro invisible y mortal al que está expuesta y apenas invirtiendo recursos para paliar los efectos; todo por no detener el avance de la energía nuclear, todo por no manchar el buen nombre de la patria. Por supuesto, su pasividad tiene consecuencias (durante décadas, desgraciadamente) y las primeras de ellas también las presenciamos a través de los ojos de Grigori, que se enfrenta a los cuerpos malformados de los bebés que, jornada tras jornada, llegan al hospital.
También es protagonista María, exmujer de Grigori, una periodista prometedora que años atrás fue degradada al trabajo mecánico de una fábrica por pensar y opinar demasiado. A raíz de su reencuentro con Grigori y el suceso de Chernóbil, su inconformismo vuelve a despertarse y percibe que algo se remueve en su país. Pero el miedo sigue atenazando las ansias de cambio de la mayoría.
Y Zhenia, el sobrino de María, es otro personaje con un papel crucial en Todo lo que es sólido se disuelve en el aire. Con tan solo nueve años ya ha demostrado un don especial al tocar el piano, pero el sistema no fomenta ni valora ese talento si no lo usa para ensalzar a la patria. Su camino hacia la edad adulta simboliza a la sociedad soviética, ingenua y pasiva hasta el momento, pero que por fin abre los ojos a la injusticia y violencia que le rodea y decide hacer algo al respecto.
Grigori, María y Zhenia son los tres personajes con mayor peso en Todo lo que es sólido se disuelve en el aire, pero hay otras historias paralelas que muestran las horribles consecuencias que tuvo el accidente nuclear en la gente de a pie, en sus trabajadores y en los voluntarios que se encargaron de limpiar la zona; así como queda patente lo anquilosado que estaba el sistema soviético, empecinado en mantener una temeraria ceguera ante sus fallas. Pero, esta vez, los errores traspasarían sus fronteras.
Darragh McKeon ha escrito una novela de lectura sosegada, compuesta por detalles cotidianos que traslucen la decadencia de un imperio y el desconcierto de una sociedad indefensa. Una forma sencilla, cercana y sincera de conocer los últimos estertores de la Unión Soviética y las devastadoras consecuencias del desastre nuclear de Chernóbil.
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