Todo Miau, de José Fonollosa
Yo siempre he tenido perro, pero me encantan los gatos. Y durante seis meses lo tuve, pero el por qué sólo durante ese tiempo es otra historia. El caso es que antes de convivir con un ser gatuno me dijeron lo siguiente: ellos son independientes, hacen lo que les da la gana, y no intentes entrar en su terreno, ellos se lo cobrarán con creces. Y dicho y hecho, yo viví seis meses girando alrededor de un gato que tenía un carácter rayando la mala leche (no lo puedo llamar de otra forma), las caricias más obscenas para conseguir lo que quería, y los juegos más psicópatas que he podido imaginar en mucho tiempo. Él se lo pasaba genial, yo apenas conseguía dormir dos horas seguidas. Pero yo que siempre quise tener un gato, estaba encantado. Por ello, que apareciera Todo miau en mi vida ha supuesto volver a aquella época en la que los maullidos, los cambios de arena, las tardes de película en el sofá se convertían en ronroneos y petición de mimos y, por qué no decirlo, en momentos de pura esquizofrenia cuando a mi gato se le iba la cabeza y empezaba a saltar sin razón aparente y yo le observaba como si las vacas vieran venir el tren, o lo que es lo mismo, pensando que todo ese espectáculo tendría sus consecuencias. Los gatos son seres independientes sí, pero también son puñeteramente simpáticos. Para muestra, varios botones.
José Fonollosa subió al estrellato de la tira cómica allá por el 2010. Uno, que se reconoce como amante de los gatos, además de librero con adoraciones varias, coincidiendo con la publicación de sus tiras saltó (literalmente) de emoción cuando vio que los gatos tenían más vida que la de los videos graciosos de Youtube. Pero no fue hasta que Diábolo recopiló toda su obra que yo me hice con ella y pude disfrutar de nuevo de aquella época. Si me permiten un consejo, nunca, jamás, en la vida, saquen los pies de la cama cuando haya un gato por los alrededores. ¿Que por qué? Vean la tira cómica del autor y lo descubren, sólo les diré que es mucho más gracioso en viñetas. El caso es que adoro a los gatos, pero a veces los mataría. Sí, mi amor – odio por los gatos es comparable al amor – odio que tengo a las alcachofas, que son muy buenas para el cuerpo, pero no acaban de agradarme a la hora de comerlas. Pero yo sé que ustedes no quieren saber de mi vida, que no son cotillas, y además no es importante. De lo que vengo a hablar aquí es de Todo Miau que es el mejor viaje al mundo de los gatos que he podido descubrir en mucho tiempo. Uno de esos oasis de placer y diversión que todo aquel que ame a los gatos, y el que no los ame también, qué narices, puede tener en una primorosa edición que esta editorial ha tenido a bien hacernos tener entre las manos.
Los gatos son, por utilizar un término adecuado, un poco cabrones. Sí, lo sé, es políticamente incorrecto que diga eso, pero ustedes intenten vivir con una pequeña bola de pelo que se arrastra hasta tu cara y frota su culo con el mejor de los placeres, te hace plantearte el gran amor que uno siente hacia su cara, y después hacia ese pequeño ser que se muere del gusto. Todo Miau reproduce muchas de esas situaciones en las que los amos y/o acompañantes de los gatos hemos padecido, con un sentimiento de humor que para todo aquel que lo observa no puede más que escapársele una risa, una carcajada bien sonora, incluso alguna lagrimilla del ataque. Si yo conociera a José Fonollosa le daría un abrazo bien grande. ¿Que por qué? Porque ha conseguido que me vea a mí mismo en aquella época en la que mi gato me hacía la vida imposible, pero con el que estaba encantado porque cuando llegaba a casa me saludaba, se subía en mis pantalones (vaqueros, nunca más), maullaba a altas horas de la noche si tenía hambre, yo le espantaba con la mano y él seguía en sus trece. Y sí, me he reído, he disfrutado, he conseguido sacar una sonrisa de aquellas noches en las que la almohada parecía el trono de mi gato y yo resumía todo mi cabreo en un “buff” o en cagarme en todos mis muertos porque a la mañana siguiente yo madrugaba. Sí, los gatos pueden ser muy cabrones, como ya he dicho, pero si uno ve estas viñetas se puede dar cuenta que los gatos también son compañía, son quererse, son animales agradecidos que, después de un mal momento, siguen ahí, mirándote y que aunque tú no puedas oírles, ellos seguro que están pensando: no te preocupes, aunque te haya dejado, yo estoy aquí para seguir contigo, en mi reino. Ellos son los reyes, y nosotros los súbditos, pero eso ha sido siempre así, y tiene que serlo. Todo Miau por tanto, nos convierte en protagonistas de una vida gatuna como pocas veces hemos conseguido encontrar en cualquier otra publicación.